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Abel Agbo Cádiz Fútbol Club

El sueño de Abel

La guerra, el hambre y el sueño de ser futbolista y labrarse un futuro llevaron al joven Neva Avit Abel Agbo, más conocido como Abel, a marcharse de su país natal, Costa de Marfil, dejando allí a su familia. Hoy, tres años después, en los que ha sufrido estafas, penurias y un viaje en patera por el Estrecho de Gibraltar, tiene su sueño un poco más cerca: ser futbolista. El joven, que ha vivido varios meses en el centro de menores de acogida de SAMU Miguel de Mañara, en Sevilla, ha sido fichado por el Cádiz Club de Fútbol, donde ya entrena con el equipo de juveniles.

Desde pequeño Abel soñaba con ser futbolista. Un día, un supuesto ojeador vio sus habilidades y le ofreció ir a un centro de formación de fútbol en Marruecos, según cuenta el joven. “En mi país estábamos en guerra y mi madre no tenía dinero para mandarme a Marruecos, pero un tío mío me dijo que él me ayudaría. Pagó el billete a Marruecos y la inscripción en el centro. Cuando llegamos a Marruecos me di cuenta que me habían estafado, a mí y a otro chico más. No había ningún centro de formación y se habían quedado con el dinero. Yo tenía 14 años”, recuerda. “Sobreviví como pude en Tánger. Trabajé en todo lo que me salía para poder comer y un día, un grupo de chicos y yo decidimos poner cada uno 50 euros y comprar una patera para cruzar el Estrecho de Gibraltar y llegar a España”.

Abel recuerda el viaje como “una auténtica pesadilla”. “Yo solo pensaba: Dios está contigo, saldrás de ésta”, relata el joven, que en diciembre cumple 18 años.

A su llegada a Tarifa, primero le enviaron a un centro de acogida de Alcalá de Guadaíra, luego a otro de Sanlúcar la Mayor, y, por último, al centro Miguel de Mañara de SAMU, en Dos Hermanas, donde ha permanecido cerca de un año. “El centro de SAMU es el mejor en el que he estado. Allí me han ayudado a sacarme un diploma de Ayudante de Cocina en el IES Pino Montano y ahora iba a empezar a hacer prácticas. Ya no pensaba en el fútbol, sólo en formarme y trabajar para poder enviarle dinero a mi madre”.

Pero el deporte siempre ha marcado de algún modo su vida. El pasado año estuvo en la Escuela de Fútbol Antonio Puerta-Nervión pero, al no estar regularizada aún su situación en España, no pudo disputar partidos oficiales. El club de fútbol de Tomares también estuvo interesado en él, pero finalmente ha optado por el Cádiz Club de Fútbol. “Yo voy donde me mande Dios y ahora me ha mandado a Cádiz. Aún falta solucionar algunos trámites administrativos con la Junta de Andalucía, porque soy menor de edad, pero ya estoy viviendo con otros jugadores del club y entrenando con el equipo de juveniles”.

“Estoy muy contento, nunca pensé que podía conseguir lo que tengo ahora”, confiesa Abel, que reconoce que quiere ser jugador profesional y “ayudar a los niños que viven en orfanatos y a mujeres viudas sin recursos y con hijos”.