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Claves para perder peso sin perder la salud

Debemos tener presente que cuando hablamos de exceso de peso, nos referimos a un exceso de grasa corporal, que es la única manera que tiene el organismo de reservar energía, obviando la pequeña fracción que almacenan los músculos y el hígado, en forma de glucógeno, para su actividad.

Esta grasa se ha ido acumulando en el cuerpo, a lo largo de un tiempo y ahora éste no va a querer desprenderse de ella tan fácilmente. Va a poner en funcionamiento todas las herramientas bioquímicas a su alcance para oponerse.

Aun así, no todos los organismos responden de igual manera a la pérdida de peso, pero en todos y cada uno de ellos habrá una resistencia en mayor o menor grado.

¿Se puede conseguir?

Sin duda, pero requiere mentalización, tiempo y constancia. Y en esto juega un papel fundamental el estado psicológico en el que nos encontremos, que será un arma incuestionable para afrontar la contienda. Asimismo, para fortalecer este estado psíquico y sin menoscabar la situación física del organismo, debemos seguir una serie de recomendaciones dietéticas recogidas por multitud de sociedades científicas, entre otras, por la SEEDO (Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad) a partir de la evidencia científica.

¿Cuáles son los obstáculos a los que nos enfrentamos?

Cuando nos ponemos a dieta para bajar de peso nos encontramos con un primer freno: nuestro propio organismo. A éste no le gusta nada que empecemos a comer de menos o a realizar ciertos cambios dietéticos, en detrimento de una menor ingesta calórica. Por el contrario, disfruta enormemente cuando le proporcionamos esas calorías de más y seguir acumulando esa energía, por supuesto en forma de grasa.

El artífice de esto es nuestro cerebro primitivo: es algo que se preparó durante miles años para contrarrestar las épocas de carestía de alimentos. En principio, sería una garantía para preservar la vida ante determinadas situaciones. Pero, por el contrario, la visión de nuestro cerebro consciente es diferente, pues es conocedor de que esta acumulación excesiva de energía puede comprometer la vida, a medio largo o plazo, debido el desarrollo de enfermedades derivadas de este sobrepeso.

El cerebro primitivo, cuenta con un poderoso aliado: la debilidad, muy relacionada con los mecanismos que conducen a eso que llamamos placer, mediado por las reacciones químicas que se producen por la acción de algunos neurotransmisores en zonas determinadas del cerebro, como es el caso de la estimulación de los llamados sistemas de recompensa a través de los sistemas dopaminérgicos y serotoninérgicos, principalmente.

Así es. No pocas veces hemos experimentado esa sensación de disfrute y deleite cuando devoramos, casi con una lágrima en la mejilla, esas comidas o alimentos tan ricos en grasa o azucares, que precisamente son los que producen o acumulan más energía, y que van a hacer muy feliz a nuestro cerebro primitivo.

Esa reacción, muy normal, le ocurre a todo el mundo. Está desencadenada por esas señales químicas de las que hablamos anteriormente, que se ponen en funcionamiento en el cerebro y que significan, simplemente que estamos vivos.

Por fortuna, el otro cerebro, el consciente, enciende esa bombillita, cuya imagen fiel está relacionada con el llamado remordimiento de conciencia, que a su vez se relaciona con la culpa, y que nos avisa de que hay algo que no estamos haciendo bien. Es lo que los psicólogos llaman coherencia emocional, que no es más que intentar actuar siempre conforme a nuestros propios valores, sabiendo y conociendo cuáles son las cosas que nos hacen sentir mal.

En el equilibrio está la clave

Si el primero es abanderado del placer, y lo experimentamos todos los seres vivos como instrumento inherente en la ejecución de las funciones vitales que perpetúan la vida de todo ser, el segundo lleva la insignia del esfuerzo. Es la pieza clave para alcanzar cualquier objetivo que nos propongamos, y tiene que ver con poner todas nuestras fuerzas, ilusiones y ganas para conseguir nuestras metas.

Precisamente es ahí donde tenemos que incidir para lograr ese equilibrio, con conductas y hábitos alimentarios positivos que podamos y debamos mantener y prolongar a lo largo de nuestra vida. Y es que como yo digo: ‘una dieta saludable no debe contraponerse nunca al placer de comer’.

El efecto rebote

Uno de los efectos a los que se enfrentan la mayoría de las personas que hacen dieta para bajar de peso, es el posterior aumento de éste, que se produce al poco tiempo de terminar esa dieta.

Como ya anunció hace unos años el Instituto Médico Europeo de la Obesidad, pasamos ocho años de nuestra vida enlazando una dieta tras otra, en el curso de las cuales nuestro organismo, al tiempo que lo sobresaltamos con maniobras negligentes, va aprendiendo lo suficiente como para devolvernos todas esos desmanes que vamos cometiendo con nuestra dieta.

¿Y cómo lo hace? Aumentando bastante más el peso cuando terminamos de hacer nuestro transitorio y fugaz cambio de régimen. Es decir, en ese proceso de aprendizaje el organismo va a tratar de almacenar más grasa para compensar el deterioro que le ha provocado el realizar dietas drásticas, desequilibradas y temporales, que en modo alguno contribuyen a obtener el estado de salud física y psíquica que necesitamos para mantener al organismo absolutamente complacido.

Las causas

Son varias: dietas excesivamente bajas en calorías y en las que nos saltamos comidas; hacer dietas poco equilibradas; sustituir los alimentos por productos de herbolario y farmacia; perder peso de forma demasiado rápida; y no haber modificado los hábitos erróneos que nos llevaron al sobrepeso.

Las dietas muy bajas en calorías y poco equilibradas, mantenidas a largo plazo, son causa del efecto rebote cuando después de un tiempo comenzamos a comer con la normalidad que nos llevó precedentemente al sobrepeso.

Ni que decir tiene que la utilización de productos que se venden como reclamo para perder peso sobresaltan al organismo, al no recibir éste los nutrientes que necesita. Así, se contribuye inevitablemente a ese efecto rebote del peso. La ingesta de estos productos de ninguna de las maneras conlleva la modificación de los hábitos alimentarios que puedan llevar a un mantenimiento de este.

El tiempo preciso de la reducción del peso es uno de los puntos más importantes que todo profesional debe remarcar, siendo a la vez el más difícil en la programación del plan dietético. Entre medio kilo y un kilo por semana es la reducción ideal para que el organismo no perciba esta pérdida como una agresión y, al mismo tiempo, sea preservada la salud de la persona a tratar.

Cómo evitar fracasar

Más bien haciendo todo lo contrario a lo que solemos hacer. Es decir, comer casi de todo, de la forma más sana y natural posible, en sus cantidades justas para la actividad que desarrollamos, perdiendo el peso en el tiempo adecuado y aprendiendo y enraizando ciertos hábitos en la conducta alimentaria y de filosofía de vida, evitando el sedentarismo y practicando más ejercicio físico.

Sólo así adelgazaremos de forma discreta, sin alterar a nuestro organismo, que interpretará estos cambios como algo natural y positivo al no ver peligrar su integridad.

Metabolismo activo

Lo primero que debemos saber es que estamos genéticamente diseñados para reservar y acumular energía. Las épocas de carestía que se han venido sucediendo desde que la especie humana puso los pies sobre la tierra, a lo largo de los miles de años de evolución, hizo que desarrollásemos el llamado gen de la reserva. Es decir, lo que le gusta al organismo es reservar grasa, todo ello en favor de intentar prologar nuestra subsistencia.

La consecuencia es que nuestro organismo se va a oponer tenazmente a desprenderse con facilidad de esa energía acumulada, es decir, de la grasa de reserva.

Normalmente, sometemos a nuestro cuerpo de una forma casi continua a una serie de descompensaciones en la ingesta de alimentos que va a repercutir necesariamente en el metabolismo. Cuanto más lo maltratemos en este sentido, más difícil será encontrar el equilibrio metabólico que nos lleve a quemar calorías de una forma eficaz y permanente.

No se trata de comer poco. Se trata de comer lo justo y necesario, de forma equilibrada, para que el organismo reciba todo lo necesario. Esto es a lo que yo llamo tratarlo con cariño, y esto sólo se puede conseguir de la forma más plausible, aprendiendo a comer.

Este metabolismo activo debe asentarse, quiero decir, que los cambios que nos permitan mantener quemar calorías de forma activa permanente deben permanecer mucho tiempo instalados en nuestro organismo.

Claves para tener un metabolismo activo

Las claves para tener un metabolismo activo son no hacer dietas pasajeras mal equilibradas; adaptar la dieta a tus necesidades fisiológicas; comer prácticamente de todo, pero conociendo tus raciones (lo justo y necesario); hacer casi a diario una actividad física; darse un capricho alguna vez ; y, sobre todo, ser constante. Perder peso de forma eficaz y perdurable no es fácil, pero sí muy satisfactorio.

Autor: Francisco Soler Morejón.

Responsable del Área de Dietética y Nutrición de la Clínica SAMU Wellness.

 

Nutrición y dietética Samu Wellness

SAMU Wellness te ayuda a perder peso de una forma saludable

Desde el Servicio de Nutrición y Dietética de SAMU Wellness queremos ayudar a todas las personas que lo necesiten a perder peso de una forma natural, saludable y, sobre todo, perdurable en el tiempo. Durante el programa les enseñaremos a conocer los errores de una inadecuada alimentación, y a conocer las raciones recomendables de alimentos para su persona y cómo equilibrarlas. El proceso, de forma personalizada, se convertirá en la guía básica de una alimentación adecuada para cada persona y le conducirá a cumplir sus objetivos de forma permanente en el tiempo.

Nutrición SAMU Wellness tiene el firme propósito de ayudar a mejorar la salud y la calidad de vida de todas aquellas personas que optan por hacer de una alimentación más sana y equilibrada, su forma de vivir.

Nutrición SAMU Wellness está formado por un equipo multidisciplinar de profesionales del campo de la nutrición, la medicina y la psicología, que, mediante un tratamiento integral, quiere ayudar a sus pacientes a obtener unos resultados óptimos. Somos especialistas en sobrepeso y obesidad; además de componer un equipo integral en los trastornos de la conducta alimentaria.

 

Francisco José Soler, nutricionista SAMU Wellness

Francisco José Soler, nutricionista de SAMU Wellness: “No tenemos consciencia de lo grave que puede ser la obesidad”

Francisco José Soler, nutricionista de SAMU Wellness, es especialista en obesidad y sobrepeso y trastornos de la conducta alimenticia. Nos atiende para explicarnos la relación entre la alimentación y la salud mental, así como la incidencia cada vez mayor de la obesidad y los trastornos de la conducta alimenticia entre chicos y chicas muy jóvenes.

—¿Cuál es la relación entre nutrición y salud mental?
—No existe una relación exacta, aunque a veces se relaciona la salud mental con problemas alimentarios. El caso más concreto es cuando hay un trastorno de la conducta alimentaria. La salud mental está relacionada con la alimentación porque muchas veces los trastornos mentales tienen como consecuencia el comportamiento alimentario.

—¿Una población mejor alimentada es una población con mejor salud mental?
—No tiene por qué. La alimentación forma parte de la vida de las personas, y la sociedad nos marca cada vez más unas pautas que nos alejan de una alimentación correcta y hay más transgresiones alimentarias que van en contra de una mejor salud mental. No hay relación entre salud mental y alimentación, pero cuando nos alimentamos mejor esto influye en la salud general, y lógicamente en la salud mental. El cerebro se tiene que nutrir igual que cualquier órgano. Al final, la salud mental relacionada con la alimentación está más encuadrada con alguna enfermedad psiquiátrica.
Hay nutrientes y elementos, como la vitamina B12, cuya influencia en la salud mental sí está cada vez más clara.
La vitamina B12 es uno de los elementos que hasta ahora no se ha tenido mucho en cuenta, no se le ha dado la importancia que puede tener en un paciente. Se han hecho muchos estudios con veganos y se ha visto una carencia excesiva de B12 cuando no se suplementa la alimentación. Se está encontrando evidencia científica aplastante de la relación entre ciertas enfermedades psiquiátricas con carencia de vitamina B12. Muchas enfermedades de la vejez, como la demencia senil, tienen que ver con falta de B12, por problemas en la absorción de los nutrientes. Son personas que suelen estar peor nutridas y eso puede desembocar en una demencia. En cuanto a enfermedades psiquiátricas, se pueden desarrollar psicosis y alterar muchos neurotransmisores que desembocan en trastornos bipolares o maníacos y en depresiones. Es muy importante. Por eso siempre insisto con pacientes veganos en la importancia que tiene para su desarrollo mental.

—¿Qué otros nutrientes o elementos son importantes para la salud mental?
—No hay estudios concluyentes, pero todo lo que puede alterar la función celular influye en las neuronas, que son las células del cerebro. Esto se traduce en cambios químicos en los neurotransmisores, que cuando se desequilibran tienen como consecuencia la enfermedad mental.

—¿Qué papel juegan los folatos (vitamina B9)?
—No está totalmente demostrado, pero cuando la cantidad de ácido fólico en las células baja mucho (el ácido fólico influye en la actividad sanguíneo) esto puede tener consecuencias neuronales. No hay relación directa, pero un déficit puede influir negativamente en la función neuronal.

—¿Hay relación entre alimentación y depresión?
—Sí. Hay una relación desde el momento en que tu cuerpo no está recibiendo los nutrientes adecuados, y las células neuronales manifiestan ese déficit en un mal funcionamiento. Para tener nuestros neurotransmisores bien regulados necesitamos estar bien alimentados, porque así funciona mucho mejor el cerebro. Una alimentación adecuada incide en el equilibrio neuronal. No obstante, una enfermedad depresiva tiene unos componentes sociales muy acusados. De modo que no cura la enfermedad, pero sí puede ayudar a la curación.

—¿Qué tipo de pacientes suele atender en su consulta?
—En mi práctica habitual tengo dos especialidades, sobrepeso y trastornos de la conducta alimenticia (TAC). La mayor parte, el 90%, es sobrepeso y obesidad, que tiene unos efectos que inciden mucho en la salud mental. Cuando una persona con autoestima baja o depresión empieza a bajar de peso y adquirir hábitos correctos, se ve cómo evoluciona positivamente a un estado anímico más positivo.

—¿Qué trastornos alimenticios encuentra en la práctica diaria?
—Son enfermedades psiquiátricas, y aquí veo anorexias, bulimias… Vigorexias y ortorexias menos veces, pero también me las encuentro. Están muy relacionadas con las formas de vida actuales. Internet y las redes sociales influyen mucho, sobre todo en los más jóvenes, para desarrollar estas enfermedades. Para muchos jóvenes, pertenecer a un grupo es una forma de estar en la sociedad. Pero también son trastornos. Una vigorexia es un trastorno. La ortorexia, igual. La persona se llega a obsesionar con la higiene de un alimento y su manipulación, y la consecuencia es que dejan de relacionarse, se aíslan y acaban con problemas psiquiátricos.

—¿Hay un aumento de la obesidad?
—Sí, todos los estudios detectan mayor número de personas con sobrepeso y obesidad. Es alarmante. Se convierte ya en una pandemia. No tenemos la concepción de enfermedad, como se tiene de otras, pero es una enfermedad que puede ser muy grave. Al final conlleva problemas cardiovasculares, diabetes… que producen un deterioro grave de la salud. Y a veces parece que está aceptado por la sociedad como algo normal. Debe preocuparnos y mucho.

—¿Afronta ese problema en su consulta?
—Sí, pero cuando vienen ya lo hacen con la idea de que ya quieren cuidarse, que lo que están haciendo no les está llevando por el buen camino. Lo malo es que vienen cuando han recibido ciertas noticias, un análisis de rutina o el descubrimiento o agravamiento de una enfermedad. Entonces quieren cuidarse. A veces vienen en un estado de patología bastante agravada por los años de sobrepeso u obesidad, y llegan asustados. Es cuando verdaderamente se ponen manos a la obra. Si no llega a producirse la noticia no lo perciben como enfermedad. Por eso, mi papel es no sólo plantear unos hábitos de alimentación, sino hacer ver la importancia de una alimentación correcta, y de un peso adecuado a la edad y actividad.

—¿Y los niños?
—En los niños cada vez hay más casos de obesidad. La prevalencia es mayor. Me vienen padres con niños con sobrepeso, que son carne de cañón para desarrollar enfermedades cardiovasculares. Cuando empieza a desarrollarse en la pubertad puede desembocar en una enfermedad mental más grave por verse con sobrepeso y no pertenecer al grupo de otros niños de su edad mejor vistos estéticamente. El responsable normalmente es el ambiente familiar. Ahora nos preocupamos de que en el colegio se dé la alimentación más equilibrada posible, pero si cuando llega a casa los hábitos no son saludables, al final sirve de muy poquito. La industria alimentaria es muy perversa. Cada vez se come peor, alimentos precocinados y poco saludables, con tal de vender. La legislación va por detrás de la industria, que nos vende productos poco saludables. La obesidad infantil tiene cada vez más incidencia, con graves trastornos orgánicos y con respecto a la estética, que puede desarrollar patologías mentales que pueden desembocar también en anorexia o bulimia.

—En esa relación entre el trastorno de la alimentación y conducta, ¿qué ocurre antes? ¿Hay relación de causa-efecto?
—Insisto en el papel fundamental de la psiquiatría y psicología porque son problemas de principio psiquiátricos, cuya semilla suelen ser problemas familiares desde edades muy tempranas. Personas que viven en ciertos ambientes familiares empiezan a desarrollar patologías psiquiátricas, que pasado el tiempo desembocan en una mala relación con la alimentación. La consecuencia es una conducta alimentaria anómala. Pero vienen de raíz familiar. Por ejemplo, los casos de anorexia pueden venir de madres muy controladoras y manipuladoras sobre sus hijos, sobre todo chicas. Cuando empiezan a desarrollarse son niñas con autoestima muy baja, que no controlan prácticamente nada, y una de las cosas que controlan es la alimentación de una forma anormal.

—¿Cómo se coordina con los psiquiatras?
—Mi papel es secundario respecto a la práctica psiquiátrica. Cuando SAMU Wellness me ofreció formar parte de su equipo vi el cielo abierto porque es una práctica que no puedo hacer en mi consulta. Necesito un equipo de psiquiatras en los que me voy a apoyar. Mi papel es el de dotar al paciente de las herramientas para que cambie sus hábitos alimentarios. El psiquiatra o psicólogo no ahonda sobre esos hábitos, sino sobre lo que le está produciendo la enfermedad psiquiátrica, y mi papel es reeducar al paciente. Por ejemplo, en la bulimia reeducar al paciente que ha perdido los hábitos correctos o no los sabe ver. Reeducar y pautarle dietas que vayan en consonancia a la recuperación.

—¿En qué momento debe empezar a preocupar una determinada alteración de las pautas de alimentación?
—Normalmente cuando se observa que la relación con la comida empieza a modificarse empezamos a sospechar. Cuando la persona se aísla, debemos sospechar muchísimo más. Si no quiere relacionarse con otras personas, y la comida forma parte de un tabú, no quiere hablar de comida o compartirla con nadie, empezamos a sospechar que la conducta de alimentación se está viendo trastocada.

—¿Qué debemos hacer?
—Tengo padres que han venido con ese problema, y yo siempre aconsejo derivarlo a los médicos, para que estos lo deriven en su casa a una unidad de salud mental. Un especialista en psiquiatría que evalúe y valore esa pauta de actuación. Yo soy experto en estas terapias, pero mi papel es puramente alimentario. Aunque pueda detectar el problema, mi función es derivarlo al médico con un informe para que tome cartas en el asunto y vaya a la unidad de salud mental si es necesario.

5 alimentos para combatir la rutina

Septiembre está a punto de comenzar y para muchos la rutina ya ha empezado. Para volver al trabajo con energía e ilusión, desde Samu Wellness te proponemos 5 alimentos que ayudarán a tu cuerpo contra esta batalla tras el verano:

El Plátano: se trata de una fruta muy nutritiva rica en vitaminas B6 y C, ácido fólico, magnesio y potasio. El plátano te aporta muchísima energía para empezar la rutina con ganas y buen humor sobre todo si lo tomas por las mañanas. Reducirá nuestra ansiedad e irritabilidad ya que regula nuestro sistema nervioso y mejora nuestra circulación.

Nueces y Almendras: pertenecen al grupo general conocido como frutos secos. Son una de las principales fuentes de energía y con ellas mejoramos nuestra capacidad para absorber carbohidratos, ayuda a la digestión y disminuye el colesterol. Las nueces son muy ricas en fibra, magnesio, calcio y vitamina B. Las almendras aportan también vitamina E y son antioxidantes. Si eres estudiante, debes saber que también mejoran el rendimiento intelectual y la memoria. Además, ¡No engordan!

 

El Salmón: rico en omega 3, se trata de un pescado que ayuda a disminuir los niveles de colesterol, contiene vitaminas B2, B3, B12 y B6 entre otras  y combate la inflamación del cuerpo.  Favorece al sistema nervioso y es fuente de magnesio y yodo.

Legumbres: es bien sabido que las legumbres se enmarcan como pieza central en una dieta equilibrada y saludable. Contienen proteínas, hidratos de carbono, fibra y vitamina B; que proporcionan al cuerpo una gran dosis de energía, aquella que te ayudará a combatir la vuelta a al rutina.

Cacao puro: o chocolate 70% cacao. Dos onzas al día aumentarán tu estado de ánimo, tu energía y favorecerán tu sistema nervioso central. ¡Ahora no tienes excusa!

Hoy es un buen día para comenzar con una nueva vida, una Vida Wellness. Consumiendo estos alimentos no sólo mejorarás en la vuelta a la rutina sino que además, empezarás a disfrutar del lado bueno de la vida.