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Jornada de apego clínica de salud mental en Sevilla SAMU Wellness Sebastián Girón

“Un bebé con apego seguro está mejor preparado para afrontar situaciones difíciles de la vida”

Sebastián Girón es psiquiatra del Centro de Tratamiento Ambulatorio de Drogodependencias de Cádiz. Es un apasionado del tema del apego y su trascendencia en el desarrollo emocional, que, por aclarar, es una teoría desarrollada en la segunda mitad del siglo pasado a partir de los estudios de John Bowlby. Este psicoanalista inglés descubrió que el bienestar psicológico depende fundamentalmente del sentimiento de “sentirse seguro”. La conclusión era evidente: las relaciones tempranas y su “calidad” son determinantes para el desarrollo de la personalidad y de la salud mental. Mary Ainsworth amplió y perfeccionó estos conceptos a partir de diversos experimentos.

Girón explica en esta entrevista que Konrad Lorenz (premio nobel de Medicina en 1973) ya había descubierto ese vínculo animal con su célebre experimento con gansos: cogió unos huevos y fue el primer ser vivo que vieron las crías, que a partir de entonces le siguieron como si de su madre se tratara. “En los seres humanos ese vínculo tiene la función principal a nivel biológico de garantizar la supervivencia del individuo y la especie, y además sirve para establecer la relación afectiva con el cuidador”, explica Girón, antes de añadir que un apego seguro dará al niño (y al adulto, a largo plazo) la seguridad para afrontar mejor las dificultades que le presente la vida. Por el contrario, el apego inseguro les hará vulnerables al estrés y los traumas.

En octubre, Sebastián Girón será uno de los ponentes destacados de las jornadas científicas sobre el apego como vínculo afectivo organizadas por Fundación SAMU y la clínica de salud mental en Sevilla SAMU Wellness, tema que aborda en esta entrevista.

– ¿Qué consecuencias tiene en el desarrollo del niño la creación de un vínculo afectivo y una situación de apego “sanos”?

En los seres humanos la relación de proximidad que tienen los bebés con sus cuidadores cubre una doble función: por un lado, la más etológica, de que el adulto esté cercano al bebé para protegerlo en caso de peligro; por otro lado, la más psicológica, de que el bebé al ser adecuadamente protegido se perciba a si mismo como alguien valioso y perciba a los demás como personas que potencialmente van a socorrerlo en caso de necesidad. Cuando estas funciones se desarrollan de forma apropiada, el bebé establece un vínculo afectivo y amoroso con sus cuidadores. Esa relación primaria y nutricia en todos los aspectos es básica para el aprendizaje de la autorregulación de los estados emocionales, para el desarrollo cognitivo y para nuestra capacidad de vivir en sociedad. Un bebé que ha establecido una relación de apego segura con sus cuidadores está mejor dotado psicológica y emocionalmente para afrontar situaciones difíciles de la vida: por ejemplo, los periodos de separación de sus cuidadores, las posibles pérdidas de éstos, enfermedades, u otras situaciones traumáticas. Tras la exposición a una de estas situaciones mencionadas, el niño va a estar en mejores condiciones para superarlas. Una buena vinculación afectiva, confiere al niño capacidad de resiliencia.

Pero la vinculación de apego no depende sólo del bebé. Al principio de la vida, el bebé dispone de muy pocas conductas de apego (es decir, conductas que atraen la atención y suscitan los cuidados maternales: el llanto primero, y luego la sonrisa) por lo que son los adultos que cuidan los que tienen activadas dichas conductas y se mantienen alertas y próximos al bebé. Para que se desarrolle un apego seguro, es imprescindible que el cuidador sea capaz de ser sensible a las señales de necesidad de apego del bebé, sea empático, responda lo más adecuadamente posible (eso incluye el poder pedir ayuda si se siente incapaz de atender al bebé) y de forma consistente (esto quiere decir que la mayor parte de las veces responda de una forma parecida en los momentos en que el niño se estrese).

– ¿Qué trastornos se desarrollan a partir de un apego inseguro?

En los años 70 y 80 del pasado siglo, un grupo de investigadores liderado por una psicóloga norteamericana, Mary Ainsworth, se dedicó a estudiar detenidamente cómo eran las conductas de apego de los niños hacia sus padres en diferentes poblaciones. Los estudios se efectuaron en infantes que tenían entre uno y tres años. El grupo de investigación describió que sobre dos terceras partes de los niños evaluados exhibían conductas que podían considerarse como seguras, en tanto que el tercio restante manifestaba conductas que fueron descritas como inseguras, que fueron divididas en tres categorías distintas. Niños que no manifestaban ninguna conducta de búsqueda de proximidad en situaciones de estrés; niños que exageraban conductas de búsqueda de proximidad, sobre todo a través del llanto y de rabietas inconsolables; y un pequeño grupo de niños cuyas conductas de búsqueda de proximidad no estaban organizadas en un patrón predecible de comportamiento. De estos niños que presentaban conductas de apego inseguro, lo que se sabe a día de hoy es que son especialmente vulnerables para afrontar situaciones difíciles de la vida y que algunos de ellos podrán desarrollar en la vida adulta trastornos de la personalidad. Especialmente los niños que presentan conductas de apego inseguro-desorganizado.  De este grupo de niños, que supone un 4 % de los examinados, se sabe que han estado expuestos a situaciones de abandono físico o afectivo, negligencia, maltrato o abuso sexual en su infancia. Son niños que no se perciben valiosos y que no confían en que haya nadie que pueda prestarles ayuda o apoyo, lo cual dificulta enormemente el establecimiento de relaciones terapéuticas con ellos. En la infancia estos niños tienen un desorden de conducta que se llama Trastorno de Apego Reactivo.

– ¿Qué reflejos pueden producir estos trastornos en la edad adulta?

Los patrones de apego son guías para el establecimiento de relaciones sociales y particularmente en lo que más influyen es en cómo se estructuran las relaciones de intimidad en los adultos. Los seres humanos mantenemos relaciones de apego a lo largo de toda nuestra vida. Es decir, siempre vamos a necesitar saber que “existimos” en la mente de alguien que nos quiere. Ese sentimiento confiere seguridad.

Cuando el apego ha sido inseguro, y este patrón de relación no ha cambiado durante la adolescencia, el adulto también va a presentar patrones de apego inseguros. Eso se va a notar en que sus relaciones íntimas no son plenamente satisfactorias: bien porque son demasiado fríos emocionalmente, y sus parejas se van a quejar por ello; o bien porque son demasiado exigentes de búsqueda de atención, y se instalan en las quejas, como forma de saberse escuchados. De forma que sin ser conscientes, explotan emocionalmente a sus parejas. El problema mas importante a nivel emocional y psicológico lo presentan los adultos que en su infancia desarrollaron un patrón de apego desorganizado, ya que en su vida adulta no saben de qué forma pueden obtener proximidad emocional sin sentirse al mismo tiempo amenazados por recibir algún tipo de atención. Dicho de otro modo, no confían en que la persona a la que le piden ayuda no los vaya a atacar al proporcionar dicha ayuda. Este tipo de funcionamiento está relacionado con los trastornos graves de la personalidad y también con el consumo y la dependencia de sustancias.

– Además de carencia o déficits de apego, ¿puede existir también un apego “por exceso”? ¿Qué consecuencias puede generar?

Una relación de apego surge a propósito de la necesidad de seguridad que tiene un bebé y de la forma en que va a ser cubierta por su cuidador. Los cuidadores que van a tener hijos con apego seguro son sensibles, empáticos, consistentes y responsivos. Esto implica que el cuidador es capaz de tener acceso al estado mental del bebé y representárselo en su mente, de forma que conoce cuales son, aproximadamente, las necesidades de atención y de seguridad que tiene su hijo. Se puede producir un problema si el cuidador no se representa adecuadamente esas necesidades de seguridad de su bebé y proporciona más atenciones o seguridad de las que el bebé requiere, o menos. Sería algo así como que el cuidador no está viendo realmente a su bebé, sino a una proyección de sí mismo en su bebé, proporcionándole aquello que él cree que necesitaría si él fuera el bebé. Por ejemplo, si el cuidador sintió que en su infancia recibió pocas atenciones afectivas por parte de sus cuidadores, puede pensar que debe proporcionarle a su bebé muchas atenciones afectivas. Eso en principio no tendría por qué ser negativo, salvo que el bebé no es el cuidador, y puede ser que realmente no necesite de tantas atenciones. En este caso se le estaría dando mas de lo que pide, y se le estaría confundiendo con respecto a cuáles son sus verdaderas necesidades de afecto y de proximidad. No podemos decir que haya un apego en exceso sino mas bien un cuidador que da atenciones en exceso. Si esto se mantiene en el tiempo se corre el riesgo de que el bebé crezca creyendo que dependerá siempre de alguien para sentir seguridad, lo que le hará sentir inseguro y dependiente.

– ¿Existen los grupos de riesgo en este tipo de trastornos?

Se han realizado estudios para conocer si el resultado final de cómo es un vínculo de apego está relacionado con lo congénito o con lo ambiental. Es decir, si los niños nacen ya con un determinado tipo de apego o si éste depende de cómo han sido atendidas las solicitudes del niño de recibir atención afectiva por parte de los cuidadores. Se sabe que hay niños de temperamento fácil (niños tranquilos, que duermen y comen bien y que no dan problemas especiales) y bebés de temperamento difícil (llorones, irritables, inquietos, poco dormilones, etc.). Es evidente que ese temperamento influye en el cuidador. Es mucho más fácil relacionarse con un bebé tranquilo que con uno difícil. Para un cuidador de un niño “difícil” vincularse afectivamente con él también va a ser difícil, por muy buenas cualidades parentales que tenga. Va a haber momentos en los que esté desesperado y sea incapaz de ser empático debido al estrés que supone manejarse con este tipo de niños.

Ello quiere decir que aunque un cuidador tenga buenas cualidades, si un bebé es difícil, va a haber más riesgo de que se pueda desarrollar un apego inseguro. Sin embargo, si en esta situación cuidamos del cuidador (si se le da tiempo de “recreo” con respecto a los cuidados de estos niños), el riesgo de que se desarrolle un apego inseguro en el bebé disminuye considerablemente, ya que un cuidador “cuidado” es mas tolerante a las dificultades que pueda encontrarse con su bebé. Por tanto, los cuidadores poco empáticos, poco sensibles, inconsistentes o deficientemente responsivos, condicionan más probabilidades de tener hijos con apegos inseguros; igualmente, los niños difíciles (niños irritables, que nacen con hándicaps como deficiencias físicas o sensoriales, o muy inquietos) pueden condicionar que cuidadores seguros, se “quemen” y traten inadecuadamente a sus bebés.

Parte del movimiento actual que se dirige a que tanto madres como padres tengan más tiempo de baja “maternal” tiene que ver con facilitar que los cuidadores sean cuidados. Bowlby, el padre de la teoría del apego, decía que el bienestar y la calidad de una sociedad se mide por la disponibilidad de recursos que se ponen al servicio de los padres en los primeros momentos en que deben dedicarse a criar un hijo.

– ¿Hay una influencia de factores socioeconómicos o culturales?

Cuando Mary Ainsworth y su equipo realizaron sus investigaciones sobre los tipos de apego en los bebés de entre 1 y 3 años, lo hicieron con diferentes muestras poblacionales, en diferentes lugares del mundo y con distintos estratos sociales y económicos. Los resultados eran similares en la distribución de proporciones de apegos seguros e inseguros. El estatus económico, por tanto, no es un factor que influya directamente en el tipo de apego. Sí lo es cualquier situación que estrese a los cuidadores y que no sea bien manejada por ellos (crisis de empleo, de economía doméstica, emigración, enfermedades crónicas, muertes prematuras de miembros de la familia, etc.).

– ¿Hay una mayor predisposición a desarrollar estos problemas en los padres que a su vez los han sufrido?

Numerosos estudios realizados sobre la transmisión intergeneracional de los patrones de apego atestiguan que efectivamente hay una mayor predisposición a que los niños desarrollen un tipo de apego similar al que su cuidador principal tuvo en su infancia. Hay estudios longitudinales que demuestran que el patrón de apego infantil, si no media ninguna circunstancia que pueda cambiarlo, será el que tenga la persona de adulto. Y estudios transversales que corroboran la correspondencia casi directa entre el tipo de apego que tienen padres en etapa de crianza (evaluados a través de entrevistas que miden el tipo de apego en el adulto), y sus hijos de entre 1 y 3 años, que a su vez se han sometido a evaluaciones sobre el tipo de apego que están desarrollando. Este conocimiento ha invitado a los investigadores a tratar de averiguar qué medidas se pueden tomar para prevenir esa transmisión intergeneracional.

– ¿Se puede realizar una intervención externa para mejorar el apego? ¿Qué tipo de intervenciones se realizan? ¿Son efectivas?

Claro. En este sentido, el pionero nuevamente fue Bowlby, quien se dio cuenta en los años 40 del pasado siglo, de que dedicar atención terapéutica a madres que tenían hijos con patrones de apego inseguro, cuando ellas empezaban a mejorar durante ese trabajo, se traducía en una mejoría en la conducta de los niños. Otros investigadores han descubierto que niños con apegos inseguros que circunstancialmente se apegan a alguien (bien de la familia extensa, o bien un agente social, como un maestro, o una “tata”) que proporciona una buena base de seguridad, pueden cambiar el patrón de apego de inseguro a seguro. Parece que la condición para que se pueda revertir el tipo de apego inseguro en un niño es el establecimiento de una relación fuerte, íntima, de calidad afectiva, con un adulto disponible, cálido, consistente y empático. Cualidades que deben tener educadores o monitores que trabaje con niños, así como los profesionales de la psicoterapia.

En suma, las intervenciones que pueden facilitar cambios en los patrones de apego deben ser de índole terapéutica, tanto en su aspecto mas psicológico, como mas social (terapias familiares y de grupo, por ejemplo).

Cuanto mas dañado esté el vínculo de apego en un niño, mas complicado va a ser poder revertirlo. Los niños con patrones de apego desorganizados (trastorno de apego reactivo) tienen el problema de que no saben cómo vincularse a figuras de apego sustitutas (terapeutas, maestros, educadores, etc.). Se han criado en un ambiente donde las personas que tenían que cuidarlos eran quienes los ignoraban o los trataban mal. Y para poder defenderse de ellos han tenido que desplegar mecanismos en los que deben impostar sus expresiones afectivas (por ejemplo, expresar falso afecto positivo para tratar de que su cuidador no lo maltratara) o desconfiar de sus percepciones e impresiones cognitivas (carecen de un discurso narrativo donde se pueda predecir cognitivamente cual va a ser la respuesta del cuidador en cada momento, porque no se sabe qué es lo que va a desencadenar la respuesta hostil del cuidador ni cuándo ni en qué circunstancias se va a producir). Si esto se traduce a la relación que el niño va a mantener con los educadores, monitores o terapeutas, es comprensible la dificultad con la que se parte para reparar dicho vínculo (es decir, para que el niño confíe en el adulto y empiece a ser auténtico en sus expresiones afectivas y a confiar en la información cognitiva que le llega del nuevo entorno). Digamos que en estos casos todo el proceso terapéutico es mucho mas complejo y prolongado en el tiempo. Y los resultados positivos más difíciles de alcanzar.

– Una manera de evitar estos trastornos es la prevención. ¿Se presta atención a estas cuestiones en las fases pre-natal o en las primeras fases de la crianza?

Pienso que en estos casos es mucho más fácil prevenir que tratar (o curar). En los años 90 del siglo pasado, la Organización Mundial de la Salud había constatado que la proporción de madres recientes que abandonaban a sus hijos o los entregaban en adopción era de un 3/100.000 partos en casi todo el mundo, salvo en el sudeste asiático (parte de Vietnam, China, Tailandia, Filipinas…) en la que esa proporción era de 33/100.000 partos. Se conocía ya que cuando un bebé recién nacido entra en contacto piel con piel con su madre disminuye notablemente la probabilidad de que la madre rechace al bebé o lo entregue en adopción. Se pusieron manos a la obra y propusieron una intervención consistente en dejar que el bebé recién nacido estuviera durante al menos 45 minutos en el abdomen de la madre. En ese tiempo, el bebé hace movimientos de reptación buscando el pezón de la mamá, y se desencadenan una serie de mecanismos neurohormonales que ayudan a que el bebé empiece a regular de forma natural sus funciones vitales (temperatura corporal, frecuencia cardiaca, etc.) y a que la mamá produzca mas oxitocina, hormona relacionada tanto con la subida de la leche como con el placer por estar junto al bebé. Y efectivamente esta intervención dio el resultado esperado: las gran mayoría de madres que tienen esta experiencia postparto no abandonan a sus bebés (incluso aquellas que tenían pensado hacerlo). Cuando por circunstancias sobrevenidas (por ejemplo cesáreas) la madre no está disponible, pero hay un padre, u otro cuidador cercano a la madre, que asume esta función de contacto con el niño, también decrece la probabilidad de abandonar al bebé.

Desconozco si actualmente se le dedica suficiente atención sobre este tema del apego a las parejas que acuden a los grupos de preparación al parto. Sé que en los programas de preparación están incluidos como temas a tratar, pero imagino que dependerá de la importancia y del conocimiento que los profesionales tengan para impartir esta formación que se le dedique mayor o menor atención. Igualmente, en los programas postnatales (el niño sano), se pueden hacer intervenciones dirigidas a detectar posibles problemas de apego y a ayudar a los padres a mejorarlos o corregirlos. A mi juicio, ese es el contexto preventivo ideal: la mayor parte de la población pasa por esos grupos de preparación al parto; profesionales bien cualificados podrían detectar presumibles problemas con el apego (hay entrevistas y cuestionarios que permitirían detectar esos problemas), y podrían orientar y dirigir a las personas hacia recursos en los que abordarlos y tratarlos.

En nuestro país no tengo constancia de que se haga este trabajo de forma sistemática, pero sí sé que en Reino Unido hay programas en los que sistemáticamente se ayuda a las madres durante los primeros meses tras el parto (grupos de lactancia materna; grupos de recreo, ocio y juegos con sus bebés, etc.).

– Cada familia establece una relación afectiva que considera conveniente con el niño o niña. Esta dimensión tan íntima y personal, de espacio familiar inviolable (excepto en casos delictivos) puede también provocar que no se detecten pautas relacionales “insanas”. ¿Cómo se solventa esta contradicción? ¿Puede un educador corregir la relación afectiva establecida en una familia?

Efectivamente, si no hay constancia de que se produzca un trato que pueda ser calificado como delictivo, no es posible una intervención, si los padres no hacen ninguna demanda de ayuda u orientación. Y también es cierto que cada padre, como educador, establece prioridades o criterios educativos que pueden determinar cómo va a ser el futuro comportamiento del niño.

No obstante, yo subrayaría que la función educativa está relacionada pero es distinta que la función de apego. En un niño que se está vinculando con un apego seguro con sus cuidadores, cuando empezamos el trabajo de educación (que consiste básicamente en socializarlo a través de que interioricen normas), ese niño va a protestar cuando sea frustrado en algo. Si le reñimos por hacer algo indebido, el niño protestará y llorará, pero acabará asumiéndolo porque confía en que sus cuidadores lo que rechazan de él es una conducta inapropiada. Sin embargo, en un niño con un apego inseguro (es decir, que no siente confianza con respecto al afecto y a la protección que espera y necesita de su cuidador), el acto de reñirle puede conllevar que lo experimente como un daño añadido al que está sintiendo por esa falta de seguridad en su valía personal. Y perciba la riña no como un rechazo a una conducta, sino a su persona. En este caso la trascendencia psicológica del mismo acto de “reñir” o “corregir” al niño es completamente distinta.

Dicho esto, y respetando las formas en que cada familia cree que debe educar, lo más importante para que el proceso de socialización sea exitoso es que cuidemos de que el apego sea seguro. Para lo cual una buena preparación y formación en este tema de los agentes sociales (pediatras, matronas, maestros, trabajadores sociales, educadores) que puedan detectar disfunciones del apego, así como la realización de actividades dirigidas a orientar y ayudar a los cuidadores (grupos de preparación al parto, seguimiento del “niño sano” y talleres de padres en guarderías, jardines de infancia y colegios) podrían ser el mejor recurso para prevenir todos los trastornos relacionados con los apegos inseguros.

Tratamiento de adicciones en la clínica de salud mental en Sevilla SAMU Wellness

La compleja relación entre las drogas y los trastornos mentales

Los datos estadísticos demuestran la alta tolerancia al consumo de sustancias psicoactivas, especialmente entre los jóvenes. Preguntamos a una experta de la clínica de salud mental de Sevilla SAMU Wellness qué vinculación tienen las drogas más comunes con la aparición de cuadros psicóticos o trastornos afectivos. 

 

Con demasiada frecuencia, los jóvenes consumidores desconocen los efectos que las drogas pueden tener sobre su salud mental. Los datos son claros: España es de los países europeos donde más se consume. Las drogas con mayor prevalencia de consumo son el alcohol (77,6%), el tabaco (40,2%) y los hipnosedantes (12,0%), seguidos del cannabis (9,5%) y la cocaína (2,0%), según el Informe del Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones, elaborado con datos de 2015.

El alcohol sigue siendo la sustancia psicoactiva más consumida. Con los datos de 2015, el 62,1% lo había consumido en los últimos 30 días y el 9,3% diariamente en los últimos 30 días. La prevalencia de consumo de alcohol mantiene una tendencia estable y en niveles altos desde la década de los noventa. Otro dato: el 16,8% de los españoles de 15 a 64 años se emborracharon en 2015.

La ingesta abusiva de alcohol es más frecuentes entre los hombres de 15 a 34 años, el grupo de edad con mayor prevalencia de consumo de la mayoría de las drogas. Los hombres consumen más que las mujeres, y esa diferencia se acentúa en el caso de la cocaína, donde la proporción de hombres triplica a la de las mujeres, y en el del cannabis, que registra una diferencia de casi 8 puntos porcentuales. El inicio más precoz se produce con el tabaco y las bebidas alcohólicas (17 años), seguido del cannabis (18 años). Así, el 17,1% de los jóvenes de entre 15 y 34 años admite haber consumido cannabis en el último año.

Efecto de las drogas sobre la salud mental

¿Hay desconocimiento de los efectos del consumo sobre la salud mental? Según la doctora Irene Pérez Zapico, psiquiatra de la clínica de salud mental SAMU Wellness, en Sevilla, la respuesta es sí. “Falta conciencia de los efectos en los adolescentes” explica, refiriéndose al consumo de cannabis, y antes de matizar que ese desconocimiento está condicionado frecuentemente por el nivel socioeconómico y cultural. Pérez habla desde la experiencia, puesto que percibe en sus consultas un consumo “extenso y normalizado” de cannabis entre los jóvenes y advierte que ese consumo interfiere con frecuencia con trastornos mentales.

“Todas las drogas pueden tener algún efecto sobre la salud mental”, advierte la psiquiatra, que concreta, pueden desencadenar un trastorno mental o agravar un trastorno preexistente. Con frecuencia, están asociadas a trastornos afectivos (depresión, ansiedad…) y, en casos más graves, a trastornos psicóticos. Sin embargo, los efectos son variables según cada droga. Le hemos preguntado por las tres más frecuentes en España:

  • Alcohol: Éste tiene unos riesgos orgánicos por todos conocidos. Suele usarse como vía de escape y tiene un efecto directo de desinhibición. Sin embargo, el efecto posterior es depresivo. “Si hay un cuadro depresivo de base y se tiende al consumo del alcohol para desconectar, lo que hacemos es agravarlo”. Si no existe ese cuadro previo, puede desencadenarlo.
  • Cannabis: “Muchos estudios muestran la relación entre trastornos mentales psicóticos con el consumo de cannabis”, comenta la psiquiatra. Este artículo (pincha aquí) compila gran parte de esos estudios. La investigación Relación entre consumo de drogas y predisposición a tener desórdenes del espectro esquizofrénico, de los profesores de la Universidad de Almería García Montes, Zaldívar Basurto, Moreno Montoya y Flores Cubos, concluye que “las personas que muestran un perfil de consumo de riesgo al  alcohol y al cannabis también presentan niveles (puntuaciones) mayores de esquizotipia” (el conjunto de características de la personalidad relacionadas con la esquizofrenia). Otro estudio concluye que la presencia de un determinado genotipo (ATK1) influye en el riesgo psicótico asociado al cannabis. Todos estos estudios corroboran la experiencia práctica de la doctora Pérez: “La mayoría de pacientes jóvenes que ingresan por trastornos psicóticos tiene un consumo de cannabis asociado”.

Sin embargo, la relación entre el consumo de cannabis y los trastornos psicóticos (particularmente, la esquizofrenia) ha sido objeto de un largo e inacabado debate. El matiz es: ¿El consumo desencadena el trastorno o lo que ocurre es que muchas personas psicóticas acuden al efecto ansiolítico del cannabis? “La causa-efecto no está demostrada”, comenta la experta de la clínica de salud mental de Sevilla SAMU Wellness. El consumo puede ser un también un desencadenante de que a largo plazo, un primer episodio psicótico evolucione hacia una esquizofrenia. No obstante, hay excepciones. “Es raro, pero hay personas muy susceptibles a los tóxicos que pueden presentar un episodio agudo o síntomas aislados, y que cuando se para el consumo desaparece”.

  • Cocaína: es un excitante que genera una adicción muy rápida. Incidir sobre el consumo y mantener la abstinencia es complicado, comenta la psiquiatra. “Por eso se relaciona a problemas de ansiedad y a cuadros depresivos“. También puede tener relación con patologías psicóticas.

Además del tipo de droga, la forma y regularidad del consumo influye en la afectación a la salud mental. “Si hablamos de cocaína, no es lo mismo un consumo de fin de semana asociado a alcohol y fiestas, que un consumo diario o habitual en una persona que lo usa como método de evasión y lo consume incluso en soledad”, explica la experta. En el caso del consumo de fin de semana hay que tener en cuenta la predisposición genética o biológica de desencadenar un trastorno mental. No obstante, Irene Pérez advierte: el consumo esporádico no elimina el riesgo de dependencia o de sufrir el síndrome de abstinencia y es, obviamente, la vía de entrada a un consumo regular y a la adicción.

¿Cómo funcionan las drogas en nuestro cerebro?

El sistema de recompensa, muy útil para nuestras funciones vitales, se basa en la segregación de una hormona, la dopamina. Las adicciones introducen una distorsión en ese sistema. La experta explica que hay personas “con tendencia a buscar la inmediatez de la satisfacción”. Pues bien, cuando existe una adicción el sistema de recompensa satisface de manera continua a la persona, que se siente bien y requiere más dopamina para mantener ese bienestar.

El problema es que la mayoría de las drogas actúan sobre áreas cerebrales alteradas en trastornos mentales. ¿Hay relación de causalidad? “En la práctica y es complicado establecer cuál es la causa de qué, sobre todo con un cuadro agudo”, comenta la especialista, que añade que la información que aporta la familia es clave. Para los pacientes puede ser difícil reconocer una adicción y un trastorno mental.

No hay que olvidar que el DSM-V (el último manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, validado por la OMS) recoge la propia intoxicación por sustancias y la abstinencia como un trastorno en sí mismo: un síndrome caracterizado por una alteración clínicamente significativa del estado cognitivo, la regulación emocional o el comportamiento de un individuo, que refleja una disfunción de los procesos psicológicos, biológicos o del desarrollo que subyacen en su función mental.

Tratamientos en la clínica de salud mental SAMU Wellness

Una vez diagnosticado el cuadro, ¿qué hacer? Aparte de los fármacos que generan un efecto adverso en caso de consumo, hay otros que inciden sobre el sistema de recompensa y pueden reducir el deseo. Pero además de los fármacos para el tratamiento de la adicción física, hay terapias individuales o grupales para abordar la dependencia psicológica.

En la clínica de salud mental SAMU Wellness el tratamiento se adapta a cada situación concreta y a la historia personal y familiar del paciente, individualizando las intervenciones. Si el episodio psicótico muestra un paciente fuera de la realidad se procederá al ingreso, siempre teniendo en cuenta el apoyo familiar. Una vez que se trata el episodio agudo y el tratamiento farmacológico permite una mejora, Irene Pérez comenta que “lo ideal es hacer algún tipo de psicoterapia” para mitigar y acabar con la dependencia psicológica.

SAMU Wellness dispone de un programa de hospital de día, muy útil para personas dependientes porque permite estructurar horarios, llevar la dinámica del día a día y alejarlas de contextos que pueden incitar al consumo. Hay una programación diaria de actividades, basada en talleres de terapias grupales, que cumplir con el objetivo de la clínica: funcionar como comunidad terapéutica.

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Esquizofrenia: ¿Qué es? ¿Cómo se diagnostica? ¿Cómo mitigar sus efectos laborales y sociales?

La esquizofrenia es un trastorno mental grave que, según la Organización Mundial de la Salud, afecta a más de 21 millones de personas en el mundo. Muchos hemos escuchado historias de una persona con esquizofrenia más o menos cercana: un pariente lejano, el amigo de un amigo, una conocida. Sin embargo, a pesar de que afecta aproximadamente a tres de cada mil personas, sigue cubierta de un manto de desconocimiento. ¿Qué es? ¿Cómo se diagnostica? ¿Cómo tratar con un esquizofrénico? ¿Cómo mitigar los efectos de la esquizofrenia en las relaciones laborales y sociales? Planteamos estos y otros temas al Doctor Zoilo Fernández, psiquiatra de la clínica de salud mental de Sevilla SAMU Wellness.

Dice la OMS, máxima autoridad mundial de la salud, que la esquizofrenia se caracteriza por “una distorsión del pensamiento, las percepciones, las emociones, el lenguaje, la conciencia de sí mismo y la conducta”. Y cita entonces algunos ejemplos de experiencias comunes, como oír voces y los delirios. La esquizofrenia afecta más a hombres (12 millones) que a mujeres (9 millones) y sus síntomas se aprecian más frecuentemente entre los 16 y los 30 años, según Medline.

No existe un dato oficial de enfermos españoles diagnosticados de esquizofrenia, pero aplicando proporcionalmente los datos de la OMS rondarían los 150.000. Según el Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (Cibersam) hay unos 400.000. Sin embargo, el doctor Zoilo Fernández, de la clínica de salud mental en Sevilla SAMU Wellness especifica que en estos datos suelen incluirse otros trastornos psicóticos que obedecen a causas muy diversas.

La OMS distingue tres tipos de síntomas:

  • Alucinaciones: oír, ver o percibir algo que no existe.
  • Delirios: ideas persistentes erróneas de las que el paciente está firmemente convencido incluso cuando hay pruebas de lo contrario.
  • Conducta extravagante: aspecto estrafalario, abandono del aseo personal, discurso desorganizado, vagabundeo, habla balbuceante.

Como recalca el doctor Zoilo Fernández, sólo un profesional de la salud mental puede diagnosticar la esquizofrenia. Aún hay un estigma asociado a esta enfermedad, lo que aconseja prudencia y minuciosidad en el diagnóstico. “Por darse en personas jóvenes, en momentos de maduración personal y de proyección de su futuro individual y social, las manifestaciones han de valorarse de manera muy minuciosa y por un equipo y en un tiempo suficiente de observación y estudio”, explica el experto.

La esquizofrenia es una enfermedad grave. La OMS resalta que las personas con esquizofrenia tienen entre 2 y 2,5 veces más probabilidades de morir a edad temprana que el conjunto de la población, debido generalmente a enfermedades físicas, como las cardiovasculares, metabólicas e infecciosas.

Sin embargo, el cine ha representado este trastorno con más o menos fidelidad a la realidad, y ha contribuido a deformar el concepto común de esquizofrenia. La obsesión artística que deriva en delirios en El Cisne Negro (Darren Aronofsky, 2011), la compleja brillantez del matemático John Nash en Una mente maravillosa (Ron Howard, 2001) y las visiones apocalípticas de Take Shelter (Jeff Nichols, 2011) son ejemplos recientes. Los trastornos esquizofrénicos han afectado también a algunos de los grandes genios de la pintura, como Van Gogh o Dalí, o de las letras, como Virginia Woolf. Esto no ha servido para conocer mejor la enfermedad y sus tratamientos, sino para rodearla de un cierto halo.

Causa desconocida y tratamientos de la esquizofrenia

Aunque la causa de la esquizofrenia sigue siendo desconocida, los expertos citan a la genética y los factores ambientales como factores probables. Zoilo Fernández explica que gracias a los avances en el estudio del genoma humano comienzan a identificarse “factores predisponentes o favorecedores de la aparición de la enfermedad”. Sin embargo, aclara: “En absoluto se han identificado los factores causales o etiológicos”. Es decir, el origen de la enfermedad.

Pese a que la esquizofrenia tiene un origen desconocido y sigue sin tener cura, es tratable gracias a la farmacoterapia y al apoyo psicosocial. “La enfermedad esquizofrénica tiene un origen multicausal y desde esa misma perspectiva hay que enfocar el abordaje de su tratamiento“, explica el doctor de la clínica de salud mental de Sevilla SAMU Wellness, que aboga por un estudio bio-psicosocial del paciente, para ofrecer un tratamiento “global e integrador” que incorpore, según un objetivo terapéutico individual, la amplia variedad de avances farmacológicos o de técnicas de psicoterapia y de “movilización personal” que se pueden aplicar:

  • Nuevos fármacos o medicamentos clásicos.
  • Técnicas de psicoterapia de las diferentes corrientes asistenciales.
  • Trabajos, juegos, ocio, teatro, cultura, música, danza…

Como explica Zoilo Fernández, la evolución de la enfermedad dependerá más del tratamiento y la intervención que con la propia “identidad fisiopatológica intrínseca” de la esquizofrenia o su manifestación: “Es un hecho constatado la muy diferente evolución que puede tomar la enfermedad en un medio socio cultural bajo o alto, o la disponibilidad de recursos terapéuticos aplicados en unos casos u otros”.

La resistencia al diagnóstico

Hace unos años, El Mundo publicó un reportaje en el que personas con esquizofrenia “salían del armario”. Este era el término, porque hasta ahora la enfermedad suele ocultarse. En el texto se contaba la experiencia de Vicente Rubio, que había superado la esquizofrenia paranoide y daba charlas para animar a otros afectados. Sin embargo, no es lo habitual. Más de la mitad de quienes sufren una enfermedad mental no son conscientes de ello, según expuso el psiquiatra Fernando Cañas, del Hospital Rodríguez Lafora de Madrid, en una jornada organizada por #di-capacitados, una plataforma que busca desestigmatizar a quienes padecen estas enfermedades.

Esto tiene una consecuencia decisiva: los profesionales médicos y psiquiátricos deben tratar frecuentemente con gente que no asume que está enferma. Esto hace que la relación médico-paciente sea esencial. “Aunque se avance con fármacos eficaces y prodigiosos, si no está el soporte humano de quien instaura el tratamiento, en la confianza, en la autoridad de ciencia reconocida y en la disponibilidad para la ayuda no se conseguirán los objetivos de la curación”, comenta Zoilo Fernández.

Esto pasa por instituir un “vínculo” y evitar algunos errores comunes, como la “atomización de las intervenciones”; el cambio de profesionales en unos momentos caracterizados por la confusión y el sufrimiento; la variedad de diagnósticos; los tiempos de espera y, como destaca Zoilo Fernández, “las angustias no calmadas, o no entendidas ni por el paciente ni por la familia…”.

El estigma de la esquizofrenia

Además, hay que tener en cuenta que a las dificultades para el tratamiento se suma el hecho de que las personas que padecen esquizofrenia han sufrido históricamente un rechazo social que está aún lejos de desaparecer. “La sociedad se angustia ante la enfermedad mental. Se comprende. Lo asumimos hasta los propios trabajadores cuando convivimos con ellos. El bien supremo de la razón ha desaparecido transitoriamente. Pero no es para siempre ni definitivo”, explica el doctor Fernández, de la clínica SAMU Wellness.

El estigma de la enfermedad mental ha afectado históricamente de modo especial al ámbito laboral. Se estima que solo el 15% de los afectados por esquizofrenia en España tiene trabajo, el 35% lo busca y una parte de ellos (unas 2.500 personas) está ocupado en centros especiales de empleo, según este reportaje de El País. Según el estudio El paciente que padece un trastorno psicótico en el trabajo: diagnóstico y tratamiento (Adán, Del Pino, Huidobro, Gutiérrez, De Miguel y Gálvez), “la mayoría de estas personas que padecen psicosis, están desempleados o excluidos del mundo laboral y presentan importantes dificultades para acceder y mantenerse en puestos de trabajo remunerado”.

Por eso, el doctor Fernández aboga por romper la distancia que genera el estigma: “Si no abolimos la exclusión, si no ayudamos al paciente en su ser persona y en su crecimiento con sus dificultades, nunca lo recuperaremos. Se añadirá a su esquizofrenia un resultado y un final que no estaba incluido en la enfermedad”.

Mindfulness Sevilla clínica de salud mental SAMU Wellness

Mindfulness a fondo: qué es y para qué sirve

De un tiempo a esta parte, la práctica del mindfulness está de moda. Copa titulares, aparece en la oferta formativa de decenas de centros y universidades y se recomienda para solucionar los problemas más variados. Algo tendrá el mindfulness cuando su aplicación a los males modernos como el estrés, la ansiedad y la depresión crece cada día. Pero, ¿sabemos qué es? ¿Cuándo se aplica? ¿Para qué sirve? Hablamos con dos expertos en mindfulness, responsables del curso MBSR de la clínica de salud mental de Sevilla SAMU Wellness -cuya segunda edición arranca el 25 de abril– e intentamos dar respuesta a estas y otras preguntas.

¿Qué es mindfulness?

Mindfulnesses, traducido literalmente del inglés, “atención plena”. En las sociedades modernas, nuestra atención salta de un punto a otro. Daniel Kahneman, psicólogo y Premio Nobel de Economía, cree que pasamos por unos 20.000 “presentes psicólogicos” cada día, lo que significa que abrimos una “ventana nueva” cada tres segundos. Esta acumulación de estímulos limita nuestra capacidad y puede llegar a saturarnos.

El mindfulness trata de despejar el ruido ambiental y emocional al que estamos sometidos. “Mindfulness nos entrena para centrarnos en la tarea, a través de una defusión cognitiva, nos ayuda a ser espectadores de nuestros pensamientos, tomar cierta conciencia de qué nos está pasando, qué sentimientos nos están viniendo y a dejarlos estar con nosotros “, explica la experta en salud mental Dulce Nombre Franco.

Ella es psicóloga y terapeuta en la clínica de salud mental en Sevilla SAMU Wellness. Además, es experta en mindfulness en práctica clínica y responsable del curso SAMU Wellness de MBSR, y nos explica que se trata de una terapia de tercera generación: si la primera generación se centraba en erradicar los síntomas de forma conductista, la segunda introdujo un enfoque cognitivo enfocado hacia los pensamientos, la tercera incorpora las interacciones de la persona con su contexto teniendo en cuenta su historia y circunstancias actuales.

¿Cuál es el origen del mindfulness?

La práctica viene de la meditación en la cultura oriental, aplicada en Occidente desde 1979 por Jon KabatZinn, profesor de Medicina en la Universidad de Massachussets. Según Kabat-Zinn, “El mindfulness no es un catecismo, una ideología, un sistema de creencias, una técnica o conjunto de técnicas, una religión o una filosofía. Como mejor podemos describirlo es como “una forma de ser y estar””.

Desde hace unos quince años, hay un movimiento para incorporar estas prácticas de meditación en las sociedades occidentales. Por ejemplo, un grupo constituido en el Parlamento británico trabajó durante más de un año en un programa para incorporar el mindfulness a las instituciones y servicios públicos en el Reino Unido. El resultado de ese trabajo es el informe MindfulNation UK, publicado en octubre de 2015.

Por razones obvias, el principal campo al que se está incorporando es la Psicología. La experta Dulce Nombre Franco destaca que el “mindfulness sirve como faro que nos alumbra algunas carencias, dificultades personales”. Por eso, en la práctica occidental de la escuela europea se despoja al mindfulness de los elementos religiosos que pudieran tener en la cultura oriental, para mantener la herramienta básica: la meditación.

¿Qué es el protocolo MBSR?

Dulce Nombre Franco es responsable del curso de mindfulness SAMU Wellness que arranca el 25 de abril, y especifica que este sigue el protocolo MBSR. Por sus siglas en inglés, “reducción del estrés basado en el mindfulness“. ¿Qué significa esto? Los instructores deben tener unas “horas de vuelo”, es decir deben practicar mindfulness antes de poder impartir una práctica. Además, el protocolo incorpora unas pautas comunes, como explica Juanma Conde, instructor del curso: “En todo el mundo se sigue el mismo protocolo, los mismos pasos, se imparte la misma materia y se realizan las mismas prácticas”. Conde pertenece a la escuela europea de mindfulness, la más extendida.

“Quien viene nota que algo está pasando en su vida, que no termina de encajar bien y necesita una atención. Quizá no lo relaciona con una patología o trastorno mental grave, pero ve que sus mecanismos de defensa no valen para reorganizar su circunstancia actual”. Es un inicio de transformación personal y conocimiento de sí mismo, comenta Dulce Nombre. Para realizar un curso de mindfulness no es necesario tener un diagnóstico clínico que aconseje un tratamiento psicológico sino, simplemente, “sentir una necesidad emocional, por una situación de estrés o vital, de reflexionar con respecto a su situación”.

¿Qué beneficios produce?

Como explica Dulce, con la práctica de mindfulnessse se pretende desarrollar una “mente de testigo”, “tener una conciencia de que este momento está pasando y relacionarme con él de otra manera”, sin juzgar. Juanma Conde enumera tres aspectos en los que una persona que realiza el curso puede notar mejoras:

  1. Produce bienestar mejorando la salud física y psicológica: el programa del curso de la clínica de salud mental en Sevilla SAMU Wellness está centrado en el desarrollo de la atención, pues uno de los elementos que más estrés nos genera es cambiar la atención de una cosa a otra continuamente. Ser capaces de controlar este impulso mejora el bienestar. Además, puede ayudar a mejorar la salud física y psicológica. Conde explica que con el mindfulness “dejamos de automatizar respuestas inadecuadas formuladas desde el estrés”. Al bajar el estrés, mejora la salud física y la psicológica.

En este sentido, hay que tener en cuenta que muchas personas tienden a la “rumiación”, a dar vueltas a las cosas generando miedo, rabia o inquietud. “El curso posibilita que las personas se dediquen un tiempo y tomen conciencia de qué les va bien y qué va mal. Como se toma conciencia de lo que ocurre, se generan hábitos más productivos, saludables y sostenibles”, explica Conde.

  1. Se desarrollan las capacidades como la gestión de las emociones, la comunicación y la toma de decisiones. “Mejora la capacidad para manejar la incertidumbre, ganar foco para tomar decisiones y no dejarse llevar por lo emocional”, asegura el instructor.
  2. Puede contribuir a mejorar las relaciones personales. Al reducir los niveles de estrés se facilita la conexión con el otro y con lo que ocurre alrededor. En palabras de Conde: “Hay un elemento importante, que es no juzgar, sino estar atento a la experiencia. Esto permite escuchar más la experiencia de los otros, lo que permite empatizar y generar confianza”.

Algunos expertos creen que, dada su reciente introducción en Occidente, faltan aún estudios que corroboren con certeza absoluta los efectos de la meditación. Hay, además, una dificultad metodológica para alcanzar una demostración empírica, como explica en este artículo de El País el neurólogo Daniel Martín Fernández-Mayoralas.

Sin embargo, ya han aparecido trabajos que muestran la correlación entre la práctica de mindfulness integrada con terapias cognitivo-conductuales y la reducción de las recaídas en la depresión. Es el caso de este estudio publicado en el Journal of Consulting and ClinicalPsycology (pincha aquí). Este otro estudio de revisión de 47 ensayos de meditación, con 3.515 participantes en total, mostraba que el mindfulness podía producir mejoras moderadas en la ansiedad, el estrés y la depresión. Este meta-análisis muestra “efectos clínicamente significativos” sobre la ansiedad y la depresión.

Como recuerda en un artículo el propio Kabat-Zinn, la OMS señala que las enfermedades mentales serán las más comunes en los países desarrollados en 2030. Para avanzar en el desarrollo de herramientas como el mindfulness se necesita complementar su gran popularidad con un soporte científico suficiente, que permita separar las buenas prácticas y los programas basados en la investigación de calidad de lo que él denomina McMindfulness.

El curso mindfulness en SAMU Wellness

Hay un elemento que distingue el curso de la clínica de salud mental de Sevilla SAMU Wellness de otros. Junto al instructor, en SAMU Wellness siempre habrá un experto en práctica clínica presente. Es decir, un psicólogo o terapeuta. Como explica Dulce Nombre Franco, se trata de “sostener las emociones que se generan durante el curso”. En ocasiones mindfulness puede ser una llamada al emergente inconsciente, para lo cual es necesario ser terapeuta habilitado. “De esta forma, cuando aparece una dificultad, un movimiento de determinadas emociones, se atenderá desde una práctica profesional”, añade.

El programa consta de ocho sesiones de dos horas y media y una sesión de práctica intensiva en silencio de ocho horas, con grupos de unos veinte alumnos. “Los alumnos aprenden a ver cómo se forman sus emociones, y entrenan los funcionamientos más saludables”, comenta Conde. Se trata, al fin y al cabo, de posibilitar que las personas se dediquen un tiempo y tomen conciencia de sus dificultades personales y experiencias vitales que le llegan a esta situación actual. De ese modo, dispondrán de mejores herramientas para reducir el estrés y la ansiedad.

La primera edición se celebró el pasado 31 de enero. Dado su éxito y buena acogida, la clínica de salud mental SAMU Wellness acogerá una segunda edición a partir del 25 de abril. El plazo de inscripción para este nuevo curso ya está abierto. 

Gabriel Cruz clínica salud mental en Sevilla

“Nuestros comportamientos, aunque sean aberrantes, execrables, terroristas o inhumanos, no son fruto de una enfermedad mental”

Artículo de opinión del doctor Zoilo Fernández, psiquiatra de la clínica de salud mental de Sevilla SAMU Wellness desde su apertura en 2017. Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Zaragoza, durante su extensa carrera destaca su paso como director del Hospital Psiquiátrico de Teruel y del Instituto Psicoanalítico de Zaragoza, además de su trabajo en la unidad de salud mental del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla y como jefe de área de Rehabilitación en el Instituto Andaluz para la Reforma Psiquiátrica.

 

El pececito

Si psiquiatrizamos el comportamiento humano, las cárceles no serían tales, serían hospitales psiquiátricos.

La racionalidad de las manifestaciones de la asesina confesa de Gabriel Cruz y la inteligencia desarrollada en la presumible ocultación de las pruebas que le inculpan, nos hace pensar en la existencia de una conducta asocial, no relacionada con una alteración de las facultades mentales de Ana Julia Quezada, al menos inicialmente. Este tipo de conductas, pese a la primera reacción que podamos tener como espectadores, no requieren tratamiento psiquiátrico y sí precisan de la aplicación de las normas fijadas por la sociedad para este tipo de conductas.

Nuestra sociedad, en su evolución, en su cultura, en el sentir y vivir democrático de las personas que la integran, ha elaborado normas con rango de leyes. Estas normas son escritas, fijadas y aplicadas en su ejecución por quienes nos representan en esa labor; y siempre en el ámbito de los derechos humanos, de la dignidad y de la justicia.

A todas las conductas humanas podemos encontrarle un porqué, bien sea psicológico, sociológico o de otra índole; hasta por qué yo soy psiquiatra y usted, lector, tiene cualquier otra profesión.

Nuestros comportamientos, aunque sean aberrantes, execrables, terroristas o inhumanos, no son fruto de una enfermedad mental. Son el resulta de nuestra condición humana: biografía, historia, sociedad, carencias, genética, frustraciones, anhelos… Y aun más: religión, cultura, ideología, fanatismo…

Esta realidad no se puede reducir a un simple diagnóstico de una patología mental, y a un tratamiento de una enfermedad psiquiátrica.

El hombre es un ser social en armonía con su individualidad. Aprendemos a distinguir lo bueno de lo malo; dónde terminan los derechos de uno y dónde comienzan lo de los otros. Ya en nuestro código genético está grabada esa condición de ser social. Con el desarrollo afectivo en la infancia, con la educación y con la integración sociolaboral, llevamos a sus últimas consecuencias nuestra condición de individuos sociales.

Si siendo adultos no contenemos y adecuamos nuestros impulsos, ahí está la sociedad para preservarse y preservarnos de los actos.

El sujeto único

Ante un acontecimiento, una imagen o una situación que genere un impacto emocional a nivel individual, una comunidad local, nacional, internacional e incluso mundial, me atrevería a decir, puede responder como un individuo único. Este fenómeno se ha visto muy favorecido por las redes sociales y mediáticas. Una comunidad con un solo oído, una sola voz y un único sentimiento expresado a través de la red:

Gabriel, el pececito.

El niño en los brazos de un voluntario en la isla de Lesbos

La pareja en el pantano…

La masacre en Siria

La noticia tiene que ser novedosa y sorpresiva, y además debe ser impactante desde el punto de vista de los sentimientos. Si la imagen se repite, el efecto emocional desaparece. “El sujeto comunitario”, como tal, se diluye.

Antes de la existencia de estas redes sociales y medios todo era lejano. Solo se respondía ante la información que llegaba a una comunidad aludida o implicada por la noticia. Hoy cada ciudadano es un corpúsculo, una célula del “sujeto social” que responde a un impacto emocional con sentimiento, con empatía o con una conducta activa.

Se produce una resonancia sentimental que se multiplica o se potencia en la transmisión de esa misma información procedente de la red y que se vuelca nuevamente a la red. Tiene por tanto un carácter “invasor”, de ahí la palabra “viral”.

Si ya hemos sido contagiados previamente por la repetición de noticias similares, deja de existir la respuesta emocional: estamos “vacunados”. Establecemos defensas ante la movilización sentimental para mantener la rutina de la vida y la economía emocional.

La bruja de la capucha

Ante un acto execrable o terrorífico que conmociona a una población, es necesario conocer al causante o responsable del mismo. Si se oculta o se desconoce, la comunidad no descansa hasta que lo encuentra. La sociedad necesita descubrir al hacedor y conocer las motivaciones que le llevaron a ese hecho. Después lo etiqueta, para finalmente aplicar el castigo (linchamiento).

Es liberador considerar la locura como causa de sus actos, y así encontrar una explicación patológica en el origen de su comportamiento.

La sociedad queda así liberada de la angustia que le produce sus contradicciones internas. Queda a salvo de tomar conciencia de la incapacidad para controlar las fuerzas individualistas de sus componentes que ponen en riesgo constante la armonía social.

 

(Fotografía: Imagen publicada en Twitter. Carla Navarro)

 

doctor Zoilo Fernández psiquiatra centro de salud mental en Sevilla SAMU Wellness

“Preservamos y cultivamos en los pacientes la dignidad ante su vida”

Entrevistamos al doctor Zoilo Fernández, psiquiatra de la clínica de salud mental de Sevilla SAMU Wellness

El doctor Zoilo Fernández  (Trigueros, Huelva, 1945) colabora como psiquiatra en la clínica de salud mental en Sevilla SAMU Wellness desde su apertura en 2017. Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Zaragoza, durante su extensa carrera destaca su paso como director del Hospital Psiquiátrico de Teruel y del Instituto Psicoanalítico de Zaragoza, además de su trabajo en la unidad de salud mental del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla y como jefe de área de Rehabilitación en el Instituto Andaluz para la Reforma Psiquiátrica.

—Como director técnico y médico especialista en psiquiatría de la clínica de salud mental en Sevilla SAMU Wellness, ha participado en su diseño asistencial desde el principio. ¿Por qué se ha apostado por un tratamiento que integra a distintos profesionales?

—Hoy, el tratamiento de la enfermedad mental es global e integrador. No podemos abordar la curación de una persona enferma sin atender también sus circunstancias vitales, su biografía, su interrelación social y, por supuesto, su biología. Esto requiere a múltiples profesionales, cada uno especializado en un campo de la terapéutica, para así abordar la alteración biopsicosocial del paciente.

—¿Cuál es el perfil de los pacientes que atiende en SAMU Wellness?

—El perfil es muy variado. Desde trastornos leves neuróticos y todo tipo de alteraciones de la conducta hasta enfermedades mentales más significadas como la depresión, el trastorno bipolar o las psicosis. Pretendemos dar una atención integral con las terapias más actuales y luchar contra la idea de la estigmatización de los trastornos mentales.

— ¿Qué es lo que diferencia a la clínica de salud mental de Sevilla SAMU Wellness del resto de clínicas y hospitales psiquiátricos?

—La diferencia es notoria. Nosotros trabajamos bajo el concepto de comunidad terapéutica. Todos los elementos personales, materiales, normativos y estructurales del centro que rodean al paciente son concebidos como agentes terapéuticos e intervienen en el desarrollo psicológico del paciente. SAMU Wellness no es un hotel psiquiátrico ni una residencia mental al uso basada en tratamientos individualizados. El propio centro es el principal instrumento terapéutico para el paciente.

—¿Cómo se trabaja el problema de la estigmatización?

—Lo que prima en nuestro centro es preservar y cultivar en el paciente la dignidad ante su vida y su intimidad y el respeto a su libertad personal. Es el primer paso para que el paciente se perciba como persona y conciba su trastorno como otra enfermedad más. Y éste es el mensaje que hay que transmitirle a las familias, amigos y a la sociedad en general cuando el paciente sale del centro. Desgraciadamente no podemos borrar esa percepción negativa y ese miedo anclado históricamente en la sociedad.

—Usted trabajó durante 15 años en un hospital psiquiátrico tradicional, ¿qué aprendió de esa etapa?

—Aludiendo a una frase de la película Blade Runner, ‘he visto cosas que vosotros no creeríais’. Durante este tiempo me di cuenta de que los manicomios no podían seguir existiendo, que el tratamiento de las enfermedades mentales no era encerrar a los pacientes excluyéndolos de la sociedad, ni quitarles la dignidad como persona porque tuviesen sus facultades mentales alteradas. Luego, me formé como psicoanalista y me incorporé al Instituto Andaluz de la Salud Mental, donde me encargué del desmantelamiento de los hospitales psiquiátricos en Andalucía y de la planificación de la Rehabilitación en Salud Mental para los pacientes crónicos.

—¿Por qué existe ese miedo y rechazo de la sociedad a los hospitales psiquiátricos tradicionales?

—Porque allí se excluía a las personas de la sociedad, les anulaban sus derechos fundamentales y se les privaba de libertad sin fecha, lo que provocaba en el paciente nuevas enfermedades añadidas: la institucionalización, la cronificación y el deterioro personal y social. La sociedad era conocedora de todo ello pero negaba la evidencia. Rechazaba su propia acción condenándola a la marginación y al alejamiento de la comunidad.

—Cambiando de tema, ¿cree que los hábitos y el ritmo vida actual afectan a la salud mental de las personas?

—Todas las generaciones atribuyen a los nuevos cambios sociales una repercusión en la salud mental. El hombre tiene una enorme capacidad de adaptación para asumir cualquier cambio social y continuar en su evolución de maduración y crecimiento. Hace una generación, con el incremento de los divorcios, los hijos únicos, los hijos monoparentales, el fomento del juego o los tóxicos, los especialistas estábamos convencidos de su repercusión negativa, y no es así. Cuando la generación de hoy se enfrente a la de mañana dirán lo mismo: ‘Como viven no es bueno para su salud mental’.

—Pero hay un incremento de las depresiones y la demanda de ayuda psicológica.

—Sí, y también hay un incremento de la oferta de las técnicas especializadas en bienestar personal. La soledad, la frustración, la tristeza o la angustia existencial están presentes en el lenguaje cotidiano. La sociedad encuentra no sólo nuevas formas de expresiones ante los sentimientos de siempre, también las ayudas que se solicitan se adaptan a esos posibles nuevos remedios que se ofrecen y ambos se retroalimentan. Hoy es más fácil pedir ayuda médica y que te prescriban fármacos que apoyo espiritual o consejo.

—¿Y las nuevas tecnologías? ¿Cómo afectan a los más jóvenes?

—Un cerebro, una personalidad, un ser social en crecimiento requieren que los estímulos para su desarrollo no estén monopolizados en una sola dirección. Pero el cerebro está preparado para recibir y adaptarse al mundo que le espera. En ese punto está la clave del proceso de maduración.

— El suicidio es un tema tabú, sin embargo, el pasado año fue la primera causa de muerte no natural en España. ¿Cree que los medios de comunicación deben seguir ocultando esta realidad?

— El suicidio siempre ha sido la primera causa de mortalidad infantil y juvenil no natural, por delante, incluso, de los accidentes de tráfico. Está comprobado que ciertas conductas fuera de lo común provocan un efecto contagio. Esto no ocurre sólo en el caso de los suicidios, también en actos violentos. Es como si la publicación en los medios de estos actos abriera los cerrojos de la contención social ante actos prohibidos o rechazables social e internamente. Al difundirse la noticia, es como si este acto dejase de ser tan horrendo y tuviese una explicación.

¿Cómo se puede prevenir?

—Detrás del suicidio siempre existe una enfermedad mental o un sufrimiento insoportable. Estos son los dos signos de alarma y en los que hay que trabajar para una prevención adecuada del suicidio. El segundo nivel de actuación en la prevención sería ante una manifestación, directa o de soslayo, de esta intencionalidad. Ante esta situación, hay que actuar abiertamente y de manera explícita para evitar que la persona llegue al suicidio. Y, por último, si somos testigo de un intento frustrado de suicidio, en este caso sólo cabe la intervención de un profesional especializado en colaboración con la familia.

Trastorno de conducta alimentaria TCA Sevilla SAMU Wellness

TCA (Trastorno de Conducta Alimentaria): ¿Qué son, cómo detectarlos y qué hacer si afectan a alguien cercano?

• De la mano de Paula Ormaetxe, psiquiatra de la clínica de salud mental SAMU Wellness, en Sevilla, te explicamos cómo enfrentarte a los Trastornos de Conducta Alimentaria, conocidos también como TCA, cada vez más comunes, como la anorexia nerviosa, la bulimia, la ortorexia, vigorexia o permarexia
• La población joven, en especial las mujeres, son el colectivo de mayor riesgo

 

Aunque la anorexia nerviosa y la bulimia son los más comunes, existe una amplia gama de trastornos de la conducta alimentaria (TCA), un tipo de enfermedades psiquiátricas que ha aumentado considerablemente en los últimos años, afectando especialmente a la población juvenil y a mujeres. Son enfermedades complejas y multicausales, con un rasgo común: el enfermo adopta unas pautas de alimentación alteradas ante la preocupación por su imagen externa. Esa conducta se convierte en un trastorno que puede generar consecuencias graves.

Un estudio de revisión de la Universidad de Málaga concluyó que las cifras de prevalencia en España oscilan en torno al 1-3% en población adolescente y joven de ambos sexos, y en torno al 4-5% en mujeres jóvenes y adolescentes. Otros estudios sobre la población de mayor riesgo (mujeres en la franja de edad de 12 a 21 años), concluyen que la anorexia nerviosa afecta a entre el 0,14% y el 0,9%; la bulimia nerviosa a entre el 0,41% y el 2,9%; y los trastornos no especificados a entre el 2,76% y el 5,3%. En total, las TCA afectan del 4,1% al 6,41% de las mujeres estudiadas. La proporción de mujeres afectadas respecto a hombres  es de 9 a 1.

 

La opinión de una profesional de TCA en Sevilla

Paula Ormaetxe, psiquiatra de la clínica de salud mental de Sevilla SAMU Wellness y experta en TCA y tratamientos TCA en Sevilla, confirma con su experiencia estos datos. Recibe en su consulta sobre todo a mujeres jóvenes. En el caso de la anorexia, chicas desde los catorce años; en la bulimia, más común, algo mayores. “Son enfermedades que casi siempre vienen asociadas a otro trastorno psiquiátrico: ansiedad, depresión, problemas familiares… Es cierto que el culto al cuerpo, la delgadez, la televisión y las revistas hacen mucho daño, pero en general el trastorno se asocia a otros problemas: baja autoestima, familias con altas exigencias o muy rígidas, traumas o enfermedades familiares”, explica. Por eso, es muy importante tratar el trastorno psiquiátrico asociado al trastorno alimenticio.

Según la asociación contra la anorexia y la bulimia hay una serie de factores genéticos, familiares y culturales que aumentan el riesgo de sufrir estas enfermedades. Entre otros, los siguientes:

  • Tener una baja autoestima, lo que facilita la insatisfacción y la distorsión de la imagen corporal;
  • Tender al perfeccionismo extremo o a la impulsividad desmesurada;
  • Adoptar modelos sociales que favorecen el culto a un cuerpo delgado;
  • Práctica de regímenes y dietas restrictivas;
  • Recibir comentarios críticos respecto al cuerpo por parte del entorno más próximo;
  • Práctica de determinadas modalidades deportivas.

Paula Ormaetxe explica que la bajada de peso puede producirse muy rápidamente, en un par de meses. La detección previa es difícil, porque la persona enferma suele esconder los síntomas: “Lo niegan. No creen estar enfermas, lo ocultan y hasta que no hay bajo peso o problemas graves la familia no se da cuenta”.

 

TCA: sus síntomas y cómo detectarlos

En este estudio, editado por la Fundación Imagen y Autoestima, se clasifican las señales de alerta en seis grupos. La asociación contra la anorexia y la bulimia estima que el 11% de los adolescentes en España presenta síntomas de riesgo. Maestros, profesores, monitores deportivos y de actividades de ocio, además de los profesionales médicos, tienen una posición privilegiada para detectar estos síntomas, vinculados a:

  • La alimentación: utilización injustificada de dietas restrictivas, preocupación constante por la alimentación, interés exagerado por dietas, tablas calóricas…, preferencia para no comer en compañía, sentimientos de culpabilidad por haber comido, conducta alimentaria extraña, levantarse de la mesa y encerrarse en el baño después de comer…
  • El peso: pérdida de peso injustificada, miedo y rechazo exagerado al sobrepeso, práctica del vómito autoinducido o del ayuno y utilización de laxantes o diuréticos con el objetivo de controlar el peso o perderlo.
  • El ciclo menstrual: retraso en la aparición de la primera regla o falta de menstruación.
  • La imagen corporal: percepción errónea de padecer obesidad, intentos de esconder el cuerpo utilizando ropa ancha.
  • El ejercicio físico: practicar ejercicio en exceso y utilizarlo para adelgazar.
  • El comportamiento y la conducta: insatisfacción con el propio cuerpo, estado depresivo o irritable y cambios de humor, tendencia al aislamiento, dificultades de concentración.

Evidentemente, la aparición de alguno de estos síntomas no indica per se que se esté sufriendo un TCA, pero la combinación de varios de ellos puede suponer un aviso. Lo importante es detectar el problema cuanto antes: “No es lo mismo actuar sobre los primeros síntomas, resolviendo el malestar, a que se cronifique y se convierta en forma de vida”. Sin embargo, la experta matiza: “Es importante que no todo nos alarme. Hay muchos adolescentes que llevan una dieta sana, y no quiere decir que tengamos un problema. Ante la duda, consultar al médico”. Ormaetxe es partidaria de trabajar más la prevención en los colegios y eliminar los anuncios sexistas y de culto al cuerpo.

 

Principales Trastornos de Conducta Alimentaria y sus causas

A continuación te explicamos los principales TCA, sus causas y cuáles son los mecanismos de prevención y alerta que puedes adoptar. También te explicaremos algunos trastornos menos frecuentes y muy vinculados a los hábitos de vida modernos, como la ortorexia, la vigorexia o la permarexia.

La anorexia nerviosa es una alteración de la alimentación relacionada con la distorsión de la imagen corporal. Las personas con anorexia creen que pesan demasiado pese a que su peso esté por debajo de lo normal. Los expertos suelen asociar la aparición de este trastorno a personas muy perfeccionistas y autoexigentes, inmaduros afectivamente y dependientes del entorno.

Como señalan Nilo Lambruschini y Rosaura Leis en un artículo para la Asociación Española de Pediatría, en su aparición intervienen factores genéticos, psicológicos, sociales, culturales, nutricionales, neuroquímicos y hormonales, que predisponen a sufrir la enfermedad. Hay una serie de factores ambientales cuya presencia ha crecido en los últimos años. Así, han cambiado los patrones dietéticos, los medios de comunicación influyen en la transmisión de unos cánones y estereotipos de belleza y éxito social (a su vez influidos por la industria alimentaria y la moda), se ha producido una urbanización progresiva y predominan cada vez más los estilos de vida sedentarios.

Los criterios médicos para establecer que se padece anorexia son los fijados por la Asociación Americana de Pediatría en 1994, recogidos en el llamado DSM-IV:

  • Rechazo a mantener el peso corporal igual o por encima del valor mínimo normal considerando la edad y la talla (pérdida de peso por debajo del 85% del esperado).
  • Miedo intenso a ganar peso o convertirse en obeso, incluso estando por debajo del peso normal.
  • Alteración de la percepción del peso o la silueta corporal, exageración de su importancia en la autoevaluación o negación del peligro que comporta el bajo peso corporal.
  • En las mujeres pospuberales, ausencia de al menos tres ciclos menstruales consecutivos, o presencia de menstruaciones únicamente con tratamiento.

La bulimia nerviosa se caracteriza por tres rasgos esenciales, según los criterios del DSM IV: episodios de pérdida de control de la conducta alimentaria (ingesta voraz o atracón, al menos dos semanales durante tres meses), presencia de conductas compensatorias para evitar el aumento normal de peso que provocan los atracones, (provocación de vómitos, uso de laxantes o diuréticos, ejercicio excesivo), y preocupación intensa y persistente por el peso y la figura con un miedo desmesurado a engordar.

El trastorno por atracón acaba de ser reconocido como trastorno y se caracteriza por los recurrentes episodios de ingesta compulsiva (al menos una vez a la semana durante tres meses). Presenta similitudes con la bulimia, aunque aquí el enfermo no realiza conductas compensatorias, como provocarse vómitos.

La ortorexia (del griego orthos –correcto- y orexia –alimentación-) es un trastorno descrito por primera vez en 1997. Se trata de un cuadro obsesivo-compulsivo caracterizado por la extremada apetencia y selección de alimentos considerados saludables, tal y como se describe en este artículo (Leer más). Este ritual conduce con frecuencia a una dieta restrictiva y un aislamiento social.

La ortorexia es la muestra de cómo una conducta en principio saludable puede derivar en un trastorno si se lleva al límite de la obsesión. De acuerdo con la Asociación Británica de Desórdenes Alimenticios, la ortorexia es “una obsesión no saludable por una alimentación que de otra forma sería saludable”. Reconocerla es complicado, porque no está formalmente reconocida como enfermedad y carece de diagnóstico clínico.

La vigorexia o dismorfia muscular es un trastorno obsesivo por el estado físico, en el que la persona adopta una visión distorsionada de sí misma viéndose débil, alterando sus pautas de alimentación. Fue descrita en los años 90 y está vinculada con frecuencia a otros trastornos de la conducta alimentaria y otros trastornos obsesivo-compulsivos.

La permarexia es otro trastorno no reconocido por la comunidad médica, y que describe la obsesión por la realización de dietas entre personas obsesionadas por el sobrepeso. Es un factor de riesgo que puede derivar en anorexia o bulimia nerviosas.

La potomanía se caracteriza por el deseo incontrolado de beber líquido aunque no se tenga sed. No dispone de un diagnóstico específico, por lo que se incluye en el cajón de sastre de los Trastornos de la Conducta Alimentaria no clasificados.

La pica sí está reconocida en el DSM V, y es un trastorno de la conducta alimentaria caracterizado por el deseo irresistible de comer o lamer sustancias no nutritivas, como tierra, tiza o papel. Hasta los 18-24 meses esta conducta es habitual, pero a partir de esa edad se convierte en un trastorno. Su prevalencia es mayor entre niños y mujeres embarazadas.