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El psicoanalista Juan J. Martínez Ibáñez , en el congreso de SAMU sobre el apego

“El apego no es una cuestión de amor, sino de supervivencia”

Fundación SAMU celebró el 18 de octubre en el salón de actos de la Fundación CEU San Pablo Andalucía en Bormujos (Sevilla) la I Jornada Científica El apego como vinculo afectivo, un congreso dirigido a profesionales que trabajan en la atención a menores y que reunió a especialistas de todo el país para ofrecer una formación de primer nivel sobre el apego y su trascendencia en el desarrollo emocional de niños y adolescentes.

La jornada, que contó con la colaboración de la Consejería de Igualdad y Políticas Sociales, el Colegio Oficial de Psicólogos de Andalucía Occidental y SAMU Wellness, arrancó con la conferencia inaugural del psicólogo clínico, psicoanalista y psicoterapeuta relacional Juan J. Martínez Ibáñez, que habló sobre El funcionamiento mental y el trastorno de apego reactivo.

“Somos seres que si no nos cuidan, nos morimos, y no sólo cuando somos bebés”, destacó Martínez Ibáñez, miembro de la Sociedad Española y de la Sociedad Británica de Psicoanálisis. “Existe la creencia de que cuando los niños pequeños son criados en instituciones, éstos tienen oportunidades limitadas de formar vínculos afectivos y los padres adoptivos, a menudo, se quejan de serias perturbaciones de apego en los niños que han adoptado de las instituciones. Lo cierto es que cuando los cuidadores ignoran las necesidades de los niños o les molestan que existan, estos niños aprenden a anticipar el rechazo”, continuó. “Los niños abandonados manejan lo mejor que pueden esa situación, bloqueando la hostilidad o el abandono de su madre como si no les importara, pero es probable que su cuerpo permanezca en un estado de alerta elevado, preparado para recibir los golpes, la privación o el abandono”.

Tras la conferencia inaugural se desarrollaron diferentes ponencias, debates, mesas redondas y exposiciones de casos prácticos en los que participaron, entre otros, el psiquiatra Sebastián Girón García, que abordó el apego según el modelo relacional sistémico.

“Cuando un hijo, principalmente adolescente, no se deja cuidar o educar por sus padres es porque existe un daño en el vínculo de apego. Estos padres no han estado disponibles cuando él los necesitó y no le han proporcionado de niño la seguridad que él requería. Ahora, el joven recibe esa educación como un ataque a su ser, a su intimidad, y su actitud es más rebelde”, señaló Girón durante su intervención. “Un cuidador suficientemente bueno para proporcionar a un menor una base de seguridad debe ser predominantemente sensible, empático, responsivo y constante”.

En la jornada, que se desarrolló desde las nueve de la mañana hasta las siete y media de la tarde, también participaron otros profesionales como el psicólogo y terapeuta familiar Andrés Pérez Rúa; la psicóloga Natalia Seijo Ameneiros, del Centro de Psicoterapia y Trauma Natalia Seijo Ferrol; la profesora de la Universidad de Sevilla Maite Román Rodríguez; la psicoterapeuta Ana Morales Martínez; el educador social Antonio Reina Chamorro; y la consultora en infancia, afectividad y protección de la entidad Espirales Pepa Horno. Esta psicóloga desarrolló su ponencia basándose en La afectividad consciente como competencia profesional e hizo hincapié en que “el ser humano tiene dos necesidades universales: sentirse amado y sentirse seguro”. “El apego no es una cuestión de amor, es una cuestión de seguridad y supervivencia. La gente prefiere tener poco apego a no tenerlo, prefiere tener una familia en la que le tratan mal a no tenerla”, comentó durante su intervención.

El doctor Zoilo Fernández, director técnico de SAMU Wellness, fue el encargado de cerrar el evento y entre sus conclusiones destacó las carencias en el ámbito del apego en las instituciones dirigidas a menores y sus repercusiones en el desarrollo y adaptación del menor en la sociedad en el futuro, así como el desconocimiento de los trastornos de apego en el ámbito de la asistencia social, sanitaria, jurídica y educativa y la necesidad de formación en espacios como éstos.

Fernández también señaló la necesidad de trabajar con los padres adoptivos con el fin de construir relaciones basadas en la seguridad como motor del cambio de los menores y la importancia de trabajar en red para el avance y evolución del apego.

El equipo organizador considera un éxito haber podido encontrar un equilibrio entre un auditorio tan variopinto, ofreciendo formación y conocimientos de calidad a un sector del público formado por recién graduados o personal con poca experiencia en el apego, y experiencias de gran interés a otro sector del público formada por profesionales con una larga trayectoria en este ámbito. Las evaluaciones que se realizaron entre los asistentes al concluir la jornada técnica mostraron un grado de satisfacción del 87%, lo que anima a pensar en futuras ediciones.

doctor Zoilo Fernández clínica de salud mental en Sevilla

El papel de la psiquiatría privada hospitalaria frente al sistema público

Artículo de opinión del doctor Zoilo Fernández, director técnico de la clínica de salud mental de Sevilla SAMU Wellness

 

Todos los que trabajamos en la atención sanitaria, tanto pública como privada, lo hacemos a nivel personal por un motivo económico, de estabilidad, de formación y de confort en el futuro. La empresa privada asume una función asistencial alternativa o complementaria, por las limitaciones que ofrece la red asistencial pública en una sociedad de consumo.

La bondad y la valoración de la asistencia pública es encomiable en cuanto ofrece una atención universal y da el mejor nivel asistencial posible a la población, independiente de los recursos económicos de los individuos. ¿Pero, qué ocurre cuando en esta universalización se aprecia deficiencias que afectan al cumplimiento de sus objetivos? El mismo modelo público impulsa la existencia de una asistencia discriminada para individuos favorecidos o desfavorecidos económicamente.

Este modelo está asumido en nuestra sociedad. Ocurre con la Educación, con la Atención Sanitaria General, con la red de instituciones y de recursos sociales.

Conforme el modelo público de atención se reduce en prestaciones y calidad, aparece la oferta privada que cubre esas necesidades. El modelo de nuestra sociedad lo permite y a su vez beneficia a un sinnúmero de trabajadores.

La estigmatización y la desvalorización de la atención a la salud mental han sido históricos, tanto de las instituciones públicas como en las privadas por cuestiones médicas y por los aspectos sociales que llevaba implícita la asistencia. La modificación de la atención médica y la transformación de los recursos terapéuticos para el tratamiento de los trastornos mentales, se inician a mediados del siglo pasado por los avances científicos y por los movimientos sociales democráticos y de dignificación de los enfermos.

Las instituciones públicas se colocaron en cabeza de estos cambios y progresos, y fueron pioneras en los avances más importantes en la atención a la Salud Mental. La atención asistencial en el ámbito privado quedó relegada a un segundo plano, sólo valorada como de una mejor calidad en la atención clínica ambulatoria; mientras que en lo hospitalario iba solo al paso de las nuevas apariciones en el mercado de los tratamientos farmacológicos.

El auténtico progreso en el tratamiento integral de la salud mental se llevó a cabo fundamentalmente en las instituciones públicas, sustentado por una ideología sociopolítica de izquierda y democrática. Y es ese modelo público asistencial el que se hace referente universal de ese progreso terapéutico, cambiando estructuras de atención y anulando complejos de hospitalización manicomial, con un objetivo principal: la instauración de una atención comunitaria a través de una red multiplicada de dispositivos especializados y definidos.

Los recursos, la implementación del modelo, el orgullo ideológico que lo impregnaba, no solo se fundamentaba en los avances terapéuticos, también en la prevención de la enfermedad y en la consecución de niveles de libertad, dignidad, y anulación de la marginación y de la exclusión de las personas enfermas. Dando lugar a la recuperación y a la integración social de los pacientes. Este modelo asistencial tan novedoso e ideológico (político) en la atención a la salud mental, llevaba implícito, consecuentemente, una valoración despreciativa de todos los recursos o instituciones privadas con ánimo de lucro. No se preservaba la esencia de la libertad y de la dignidad del enfermo mental.

Esta misma percepción desvalorativa se hace extensiva cuando se aplica a modelos con ánimo de lucro en otras áreas de atención ciudadana: educación, servicios sociales, salud… o en cualquier otra actividad cultural, de ocio o deportiva.

Aunque, es una realidad constatada en nuestra historia reciente que cuando este ideal de atención social, bien por la limitación de los recursos o por la disminución de la calidad de la prestación, para suplir estas carencias aparece la iniciativa privada. (Esta intervención, que es desdeñada públicamente, no lo es individualmente por los mismos que proclaman, gestionan o gobiernan lo público. Contradicción suprema).

Pero lo que hoy trato de plantear, es que se ha dado un cambio muy importante en la calidad y en la valoración terapéutica de la asistencia de las patologías mentales en las instituciones privadas, en comparación con la red asistencial pública.

La asistencia privada ha dejado de ser recurso de segundo nivel de calidad o simplemente de confort residencial, para convertirse en centros avanzados de innovación y nuevos tratamientos. Ya que el modelo público comienza a presentar ahora limitaciones importantes.

A pesar de que la fuerte ideologización política de la reforma en salud mental, y muy especialmente en  Andalucía en comparación con otras comunidades autónomas, invalida toda consideración de aporte innovador o de progreso de la atención privada en Salud Mental. Se hace una desvalorización ética de lo privado, que no se aprecia en otros ámbitos de intervención sanitarios.

Qué aporta una institución privada como SAMU Wellness

¿Qué puede aportar respecto al abordaje psiquiátrico/psicológico una institución privada en el tratamiento en la excelencia de las enfermedades y trastornos en salud mental?

El modelo público de atención a la salud mental presenta dos elementos estructurales deficientes, no reconocidos ni admitidos, que son demandados en su modificación y corrección por la sociedad:

  • El modelo público abusa de la fragmentación de los dispositivos terapéuticos con la pérdida del “referente” terapeuta o director de facto. La sectorización o la Unidad de Gestión de los recursos en Salud Mental de un territorio poblacional, no lleva implícita la coordinación y la continuidad de cuidados personalizada, referenciada y fluida que el paciente demanda. El coordinador e integrador del tratamiento del paciente es siempre el máximo valedor de la eficacia terapéutica.

El paciente tiene serias dificultades de vinculación por los numerosos profesionales por los que suele ser atendido. Aunque sobre el papel se le asigna un profesional responsable a ese tratamiento: un enfermero. Y es éste el que coordinará y se responsabilizará de las diferentes acciones asistenciales y recursos que se van a utilizar.

El paciente, y la familia, buscan un especialista único y director. Pero éste se difumina en los diferentes recursos, tiempos de espera, y sensación compartimentada en abordajes y criterios terapéuticos.

  • La subsanación de este problema intenta resolverse mediante la información documentada que se comunica y se complementa en cada dispositivo terapéutico, con el informe escrito que se entrega al usuario; así como con la cita comunicada en tiempos excesivamente dilatados. El único hilo de continuidad eficaz en el mantenimiento de la “salud” y de la disminución del sufrimiento, es el tratamiento farmacológico prescrito inicialmente. Esto con lleva de hecho una medicalización de la asistencia, aunque el resto de los diferentes recursos terapéuticos se conciban para otros objetivos: psicoterápicos, rehabilitadores, ocupacionales o residenciales. A la larga, son compartimentos estancos, con criterios singulares en cada recurso y por cada equipo que lo integra; y con el único nexo de continuidad y de acción terapéutica finalmente concretado, en el control y ajuste de la medicación según la sintomatología más o menos grave que presenta.

En el equipo de salud mental público se trabaja el diagnóstico, la elaboración del problema, conflicto o trastorno y se diseña un plan terapéutico para el individuo. ¿Pero dónde se siente el paciente acogido, arropado, dirigido, en una vinculación transferencial y terapéutica para la utilización de los diferentes instrumentos personales de crecimiento? ¿Cómo se ayuda a la maduración e integración, por un profesional de confianza, que no sea solo a través de la prescripción de fármacos?

¿Un tratamiento sólo con fármacos?

¿Cómo podemos solo con fármacos retrotraer el individuo a un proceso de modificación y recuperación no solo conductual, sino también vivencial, para así hablar de salud personal y social?

La persona enferma además de fármacos necesita volver a la experiencia de ser, crecer y madurar.

El modelo médico es insuficiente en el abordaje de los problemas en salud mental. Y este es el que se potencia y se expande como acción prioritaria en el modelo público. No existe una “unidad de acción” terapéutica efectiva que daría una intervención más personalizada y de acogimiento en un recurso polivalente, unitario y reducido en su dimensión operativa.

La estructuración de la clínica privada como instrumento terapéutico, único e integrador de toda la acción terapéutica sobre el paciente, persigue este objetivo.

El modelo asistencial de comunidad terapéutica (no pervertido en su nombre para usurpar sus fundamentos de acción terapéutica) es el que subsana estos errores del modelo público y que en la actualidad demanda la sociedad.

Y esta es la línea asistencial directriz que debe asumir una clínica de hospitalización y de tratamiento multidisciplinar en el abordaje integral de los trastornos y enfermedades en Salud Mental.

Conclusión final

La asistencia psiquiátrica pública que ahora veo, que ahora toco, la siento más lejana.

Me preocupa más la “resolución” del sufrimiento personal o el sufrimiento familiar. Me preocupa cómo la medicalización es insuficiente, como único instrumento para el abordaje de los cuadros clínicos psicopatológicos. A estos los veo amplios, complejos y necesitados de múltiples profesionales… pero vividos por el paciente en una vinculación transferencial de confianza.

Este otro mundo de la asistencia privada de la salud mental, hoy por hoy, no margina, ni encierra como siempre se le achacó. Se pretende y se desea incorporar a los pacientes al mundo productivo del que proceden, y es su ámbito de normalización.

El Trastorno Mental Grave (TMG) está más desdibujado psicopatológicamente en la clínica privada que en la pública. El factor socioeconómico sigue estando presente en la patoplastia de la enfermedad mental. El paro, la pobreza, la inmigración, están mucho más presentes en la sociedad actual y es donde tiene su caldo de cultivo el TMG.

La sanidad pública absorbe puntualmente la locura… la contiene, la amortigua. ¿La excluye, la encierra, la margina? ¡La compartimenta!

La hace esperar, la trata médicamente, no la resuelve en lo que hoy se espera de alivio y de curación.

Quizás ahora los papeles se han cambiado y la asistencia privada en salud mental pone el dedo en la llaga de lo que falta por hacer, o en lo que hay que hacer en la atención pública a la salud mental.

Nuevos métodos, nuevos enfoques, nuevas metodologías… ¿nuevas patologías?, asoman y nos demandan atención.

 

De los libros a la práctica en la clínica de salud mental SAMU Wellness

El recorrido teórico-práctico vivido como estudiantes del prácticum de Psicología en la clínica de salud mental de Sevilla SAMU Wellness Miguel de Mañara ha sido la experiencia más enriquecedora a nivel formativo durante nuestra trayectoria.

Decidimos apostar por este centro privado como destino de prácticas por diferentes motivos. Por un lado, la clínica SAMU Wellness presume de unas instalaciones que poco o nada tienen que ver con el modelo de centro psiquiátrico clásico. Goza de un entorno tranquilo donde predomina el verdor de la naturaleza, piscina, huerto, granja o sus salas destinadas a sesiones de grupo o reunión familiar. Además, el servicio asistencial favorece el bienestar integral de sus pacientes desde una perspectiva psicodinámica actual, diferenciándose del abordaje meramente conductual de los modelos clínicos habituales.

Por otro lado, confiábamos en no sufrir el prototipo de tareas asignadas a los estudiantes de prácticas, que se limita a actividades con poca respuesta a las necesidades formativas del alumnado. En ruptura a dicha afirmación, SAMU Wellness ha superado las limitaciones docentes de otras clínicas con el objetivo de brindarnos una formación más completa y real.

Desde esta clínica se nos ha ofrecido un día a día muy heterogéneo en el abordaje terapéutico de personas que padecen diferentes trastornos mentales. Todo el equipo multidisciplinar ha favorecido una participación activa dirigiendo nuestros conocimientos teóricos previos hacia intervenciones prácticas, tanto en sesiones individuales como de grupo, siempre previo consentimiento del paciente y supervisión del profesional correspondiente.

Además, en el centro se nos ha invitado a asistir a las reuniones y sesiones clínicas realizadas por el equipo técnico. Estas actuaciones están destinadas a integrar toda la información acerca de cada paciente en vistas a desarrollar un plan asistencial eficaz e individualizado en respuesta a sus necesidades.

Hemos sido partícipes de la favorable evolución de muchos pacientes, lo cual es el reflejo de todo el trabajo terapéutico realizado desde la clínica. Contribuir al bienestar mental de las personas de forma tan empática y cercana ha incentivado nuestra motivación interna, capacidad de reflexiva y ganas de seguir en formación.

Tras compartir entre los alumnos la valoración subjetiva realizada acerca de nuestra trayectoria en la clínica, las tres experiencias desembocan en una misma idea de crecimiento y autorrealización. Esta vivencia nos ha permitido desarrollar conocimientos académicos previos, adquirir un importante rodaje en técnicas de psicoterapia, proponer y dirigir dinámicas en beneficio formativo y, sobre todo, desarrollar múltiples capacidades de carácter tanto profesional como personal.

No podemos olvidar el apoyo y supervisión de nuestras principales referentes, Eva Fernández y Dulce Nombre Franco, y el refuerzo recibido por la gama de facultativos y personal asistencial, además del director médico del centro, el doctor Carlos Álvarez Leiva, y el director técnico, el doctor Zoilo Fernández. Nos sentimos muy satisfechos y agradecidos por habernos beneficiados de la docencia ofrecida por este equipo de alto nivel.

Artículo escrito por Andrea Osoro, Roberto Alconada y Alison Colbert, graduados en Psicología.

Gabriel Cruz clínica salud mental en Sevilla

“Nuestros comportamientos, aunque sean aberrantes, execrables, terroristas o inhumanos, no son fruto de una enfermedad mental”

Artículo de opinión del doctor Zoilo Fernández, psiquiatra de la clínica de salud mental de Sevilla SAMU Wellness desde su apertura en 2017. Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Zaragoza, durante su extensa carrera destaca su paso como director del Hospital Psiquiátrico de Teruel y del Instituto Psicoanalítico de Zaragoza, además de su trabajo en la unidad de salud mental del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla y como jefe de área de Rehabilitación en el Instituto Andaluz para la Reforma Psiquiátrica.

 

El pececito

Si psiquiatrizamos el comportamiento humano, las cárceles no serían tales, serían hospitales psiquiátricos.

La racionalidad de las manifestaciones de la asesina confesa de Gabriel Cruz y la inteligencia desarrollada en la presumible ocultación de las pruebas que le inculpan, nos hace pensar en la existencia de una conducta asocial, no relacionada con una alteración de las facultades mentales de Ana Julia Quezada, al menos inicialmente. Este tipo de conductas, pese a la primera reacción que podamos tener como espectadores, no requieren tratamiento psiquiátrico y sí precisan de la aplicación de las normas fijadas por la sociedad para este tipo de conductas.

Nuestra sociedad, en su evolución, en su cultura, en el sentir y vivir democrático de las personas que la integran, ha elaborado normas con rango de leyes. Estas normas son escritas, fijadas y aplicadas en su ejecución por quienes nos representan en esa labor; y siempre en el ámbito de los derechos humanos, de la dignidad y de la justicia.

A todas las conductas humanas podemos encontrarle un porqué, bien sea psicológico, sociológico o de otra índole; hasta por qué yo soy psiquiatra y usted, lector, tiene cualquier otra profesión.

Nuestros comportamientos, aunque sean aberrantes, execrables, terroristas o inhumanos, no son fruto de una enfermedad mental. Son el resulta de nuestra condición humana: biografía, historia, sociedad, carencias, genética, frustraciones, anhelos… Y aun más: religión, cultura, ideología, fanatismo…

Esta realidad no se puede reducir a un simple diagnóstico de una patología mental, y a un tratamiento de una enfermedad psiquiátrica.

El hombre es un ser social en armonía con su individualidad. Aprendemos a distinguir lo bueno de lo malo; dónde terminan los derechos de uno y dónde comienzan lo de los otros. Ya en nuestro código genético está grabada esa condición de ser social. Con el desarrollo afectivo en la infancia, con la educación y con la integración sociolaboral, llevamos a sus últimas consecuencias nuestra condición de individuos sociales.

Si siendo adultos no contenemos y adecuamos nuestros impulsos, ahí está la sociedad para preservarse y preservarnos de los actos.

El sujeto único

Ante un acontecimiento, una imagen o una situación que genere un impacto emocional a nivel individual, una comunidad local, nacional, internacional e incluso mundial, me atrevería a decir, puede responder como un individuo único. Este fenómeno se ha visto muy favorecido por las redes sociales y mediáticas. Una comunidad con un solo oído, una sola voz y un único sentimiento expresado a través de la red:

Gabriel, el pececito.

El niño en los brazos de un voluntario en la isla de Lesbos

La pareja en el pantano…

La masacre en Siria

La noticia tiene que ser novedosa y sorpresiva, y además debe ser impactante desde el punto de vista de los sentimientos. Si la imagen se repite, el efecto emocional desaparece. “El sujeto comunitario”, como tal, se diluye.

Antes de la existencia de estas redes sociales y medios todo era lejano. Solo se respondía ante la información que llegaba a una comunidad aludida o implicada por la noticia. Hoy cada ciudadano es un corpúsculo, una célula del “sujeto social” que responde a un impacto emocional con sentimiento, con empatía o con una conducta activa.

Se produce una resonancia sentimental que se multiplica o se potencia en la transmisión de esa misma información procedente de la red y que se vuelca nuevamente a la red. Tiene por tanto un carácter “invasor”, de ahí la palabra “viral”.

Si ya hemos sido contagiados previamente por la repetición de noticias similares, deja de existir la respuesta emocional: estamos “vacunados”. Establecemos defensas ante la movilización sentimental para mantener la rutina de la vida y la economía emocional.

La bruja de la capucha

Ante un acto execrable o terrorífico que conmociona a una población, es necesario conocer al causante o responsable del mismo. Si se oculta o se desconoce, la comunidad no descansa hasta que lo encuentra. La sociedad necesita descubrir al hacedor y conocer las motivaciones que le llevaron a ese hecho. Después lo etiqueta, para finalmente aplicar el castigo (linchamiento).

Es liberador considerar la locura como causa de sus actos, y así encontrar una explicación patológica en el origen de su comportamiento.

La sociedad queda así liberada de la angustia que le produce sus contradicciones internas. Queda a salvo de tomar conciencia de la incapacidad para controlar las fuerzas individualistas de sus componentes que ponen en riesgo constante la armonía social.

 

(Fotografía: Imagen publicada en Twitter. Carla Navarro)

 

doctor Zoilo Fernández psiquiatra centro de salud mental en Sevilla SAMU Wellness

“Preservamos y cultivamos en los pacientes la dignidad ante su vida”

Entrevistamos al doctor Zoilo Fernández, psiquiatra de la clínica de salud mental de Sevilla SAMU Wellness

El doctor Zoilo Fernández  (Trigueros, Huelva, 1945) colabora como psiquiatra en la clínica de salud mental en Sevilla SAMU Wellness desde su apertura en 2017. Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Zaragoza, durante su extensa carrera destaca su paso como director del Hospital Psiquiátrico de Teruel y del Instituto Psicoanalítico de Zaragoza, además de su trabajo en la unidad de salud mental del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla y como jefe de área de Rehabilitación en el Instituto Andaluz para la Reforma Psiquiátrica.

—Como director técnico y médico especialista en psiquiatría de la clínica de salud mental en Sevilla SAMU Wellness, ha participado en su diseño asistencial desde el principio. ¿Por qué se ha apostado por un tratamiento que integra a distintos profesionales?

—Hoy, el tratamiento de la enfermedad mental es global e integrador. No podemos abordar la curación de una persona enferma sin atender también sus circunstancias vitales, su biografía, su interrelación social y, por supuesto, su biología. Esto requiere a múltiples profesionales, cada uno especializado en un campo de la terapéutica, para así abordar la alteración biopsicosocial del paciente.

—¿Cuál es el perfil de los pacientes que atiende en SAMU Wellness?

—El perfil es muy variado. Desde trastornos leves neuróticos y todo tipo de alteraciones de la conducta hasta enfermedades mentales más significadas como la depresión, el trastorno bipolar o las psicosis. Pretendemos dar una atención integral con las terapias más actuales y luchar contra la idea de la estigmatización de los trastornos mentales.

— ¿Qué es lo que diferencia a la clínica de salud mental de Sevilla SAMU Wellness del resto de clínicas y hospitales psiquiátricos?

—La diferencia es notoria. Nosotros trabajamos bajo el concepto de comunidad terapéutica. Todos los elementos personales, materiales, normativos y estructurales del centro que rodean al paciente son concebidos como agentes terapéuticos e intervienen en el desarrollo psicológico del paciente. SAMU Wellness no es un hotel psiquiátrico ni una residencia mental al uso basada en tratamientos individualizados. El propio centro es el principal instrumento terapéutico para el paciente.

—¿Cómo se trabaja el problema de la estigmatización?

—Lo que prima en nuestro centro es preservar y cultivar en el paciente la dignidad ante su vida y su intimidad y el respeto a su libertad personal. Es el primer paso para que el paciente se perciba como persona y conciba su trastorno como otra enfermedad más. Y éste es el mensaje que hay que transmitirle a las familias, amigos y a la sociedad en general cuando el paciente sale del centro. Desgraciadamente no podemos borrar esa percepción negativa y ese miedo anclado históricamente en la sociedad.

—Usted trabajó durante 15 años en un hospital psiquiátrico tradicional, ¿qué aprendió de esa etapa?

—Aludiendo a una frase de la película Blade Runner, ‘he visto cosas que vosotros no creeríais’. Durante este tiempo me di cuenta de que los manicomios no podían seguir existiendo, que el tratamiento de las enfermedades mentales no era encerrar a los pacientes excluyéndolos de la sociedad, ni quitarles la dignidad como persona porque tuviesen sus facultades mentales alteradas. Luego, me formé como psicoanalista y me incorporé al Instituto Andaluz de la Salud Mental, donde me encargué del desmantelamiento de los hospitales psiquiátricos en Andalucía y de la planificación de la Rehabilitación en Salud Mental para los pacientes crónicos.

—¿Por qué existe ese miedo y rechazo de la sociedad a los hospitales psiquiátricos tradicionales?

—Porque allí se excluía a las personas de la sociedad, les anulaban sus derechos fundamentales y se les privaba de libertad sin fecha, lo que provocaba en el paciente nuevas enfermedades añadidas: la institucionalización, la cronificación y el deterioro personal y social. La sociedad era conocedora de todo ello pero negaba la evidencia. Rechazaba su propia acción condenándola a la marginación y al alejamiento de la comunidad.

—Cambiando de tema, ¿cree que los hábitos y el ritmo vida actual afectan a la salud mental de las personas?

—Todas las generaciones atribuyen a los nuevos cambios sociales una repercusión en la salud mental. El hombre tiene una enorme capacidad de adaptación para asumir cualquier cambio social y continuar en su evolución de maduración y crecimiento. Hace una generación, con el incremento de los divorcios, los hijos únicos, los hijos monoparentales, el fomento del juego o los tóxicos, los especialistas estábamos convencidos de su repercusión negativa, y no es así. Cuando la generación de hoy se enfrente a la de mañana dirán lo mismo: ‘Como viven no es bueno para su salud mental’.

—Pero hay un incremento de las depresiones y la demanda de ayuda psicológica.

—Sí, y también hay un incremento de la oferta de las técnicas especializadas en bienestar personal. La soledad, la frustración, la tristeza o la angustia existencial están presentes en el lenguaje cotidiano. La sociedad encuentra no sólo nuevas formas de expresiones ante los sentimientos de siempre, también las ayudas que se solicitan se adaptan a esos posibles nuevos remedios que se ofrecen y ambos se retroalimentan. Hoy es más fácil pedir ayuda médica y que te prescriban fármacos que apoyo espiritual o consejo.

—¿Y las nuevas tecnologías? ¿Cómo afectan a los más jóvenes?

—Un cerebro, una personalidad, un ser social en crecimiento requieren que los estímulos para su desarrollo no estén monopolizados en una sola dirección. Pero el cerebro está preparado para recibir y adaptarse al mundo que le espera. En ese punto está la clave del proceso de maduración.

— El suicidio es un tema tabú, sin embargo, el pasado año fue la primera causa de muerte no natural en España. ¿Cree que los medios de comunicación deben seguir ocultando esta realidad?

— El suicidio siempre ha sido la primera causa de mortalidad infantil y juvenil no natural, por delante, incluso, de los accidentes de tráfico. Está comprobado que ciertas conductas fuera de lo común provocan un efecto contagio. Esto no ocurre sólo en el caso de los suicidios, también en actos violentos. Es como si la publicación en los medios de estos actos abriera los cerrojos de la contención social ante actos prohibidos o rechazables social e internamente. Al difundirse la noticia, es como si este acto dejase de ser tan horrendo y tuviese una explicación.

¿Cómo se puede prevenir?

—Detrás del suicidio siempre existe una enfermedad mental o un sufrimiento insoportable. Estos son los dos signos de alarma y en los que hay que trabajar para una prevención adecuada del suicidio. El segundo nivel de actuación en la prevención sería ante una manifestación, directa o de soslayo, de esta intencionalidad. Ante esta situación, hay que actuar abiertamente y de manera explícita para evitar que la persona llegue al suicidio. Y, por último, si somos testigo de un intento frustrado de suicidio, en este caso sólo cabe la intervención de un profesional especializado en colaboración con la familia.