“Felicidades Mohammed. Me siento orgullosa de ti”

Por Palma Díaz. Trabajadora Social del ARB El Bosque.

NO sé si será culpa del paso del tiempo el hecho de que las ganas y el ímpetu con el que uno empieza un nuevo trabajo se pierdan. Todo se convierte en rutina e incluso se hace callo. Lo que en un principio te conmovía o entristecía, al cabo de los años lo ves algo tan natural que ni siquiera te paras a pensar en ello.

Hoy me reencuentro con un chico que estuvo con nosotros en el Centro de Protección de Menores El Bosque en 2009. Un chico que, nada más llegar a España con 11 años, se arrepintió de haber venido. Sin embargo, al mismo tiempo, comenzó a descubrir otra realidad y a convivir con chicos de su país.

En aquella época, no paraba quieto. Protagonizó algunas fugas y adquirió malos hábitos. Tanto fue así que a veces, en fines de semana, me lo tenía que llevar a mi casa para que el resto de los chicos y compañeros educadores del centro pudieran salir a la playa o a hacer algún tipo de ruta.

Viendo el peligro constante al que se exponía, y velando por el bien de este menor, solicitamos su traslado a otro tipo de centro con una atención más individualizada. Su adaptación a este cambio fue dura. Le costó mucho, tanto a él como a los educadores y monjas del centro donde residía, pero tengo que decir que, hoy mas que nunca, me alegro de aquella decisión que el equipo de El Bosque tomó. Hoy me encuentro con todo un hombre, que valora el estudiar y que ve la necesidad de la formación para tener un buen medio de vida.

Mohammed fue un chico que me llegó al corazón, no sé si por su corta edad o por mi juventud y motivación. Tanto fue así, que acabé haciéndome familia colaboradora, lo que me permitía ir a visitarlo a Cádiz una o dos veces al mes y pasar periodos vacaciones con él.

Su recorrido ha sido bastante impetuoso pero tiene objetivos claros. Siempre ha sabido que las cosas se consiguen con esfuerzo. Incluso me sacaba una sonrisa cuando me decía textualmente que él alguna día sería como Nico [Nicolás Torres, Director del Área de Menores de SAMU]. Esa ambición que ha demostrado desde entonces me  agrada, porque se cumple el objetivo que nos planteamos con estos chicos a su llegada a nuestros centros.

Hoy, que me reencuentro con él, le pregunto qué tal le va la vida. Me cuenta que, a su mayoría de edad, salió del Centro San José, donde se sintió muy cuidado por las monjas. Me comenta que aún conserva a los amigos que hizo en el colegio cuando comenzó su etapa en Cádiz; y que tuvo mucha suerte porque tuvo una familia colaboradora que, una vez que él salió del centro, le ofreció su casa para que terminara de estudiar el Grado Medio de Atención a Personas con Dependencia. Así lo hizo.

Probó  suerte en el ámbito laboral en Barcelona, hecho que le convenció de que una buena base de estudios le permitiría optar a un mejor empleo y a tener una mejor calidad de vida. Así, regresó a Cádiz. Cursó el primer año del Grado Superior de Animación Sociocultural, viviendo de alquiler en una habitación con ayudas que le ofrecían el Padre Óscar y otras entidades. Ahora está cursando segundo de ese ciclo, y se ha  incorporado a la plantilla del Centro de Menores El Bosque.

Cuando le pregunto por la familia, me cuenta que una vez que cumplió 18 años no quería volver  a Marruecos. Él no sabe decirme por qué, pero por su forma de expresarse pienso que sentía miedo. Una de sus últimas educadoras se ofreció a acompañarle. Una vez llegados a Tánger, tardaron más de hora y media en salir del puerto. Creo que la incertidumbre de lo que pudiera encontrarse le superaba. Cuenta que no pudo parar de llorar en todo el trayecto del barco y que, una vez que se atrevió a salir del puerto, estaban dos de sus hermanos mayores esperándole. No sabía cómo reaccionar. Sus hermanos lloraron y él también. Todos se dirigieron a su barrio, Berchifa. Nada más entrar vieron a dos chicos correr y él ya supo de inmediato que eran dos de sus hermanos menores, “clavados” a él. El momento del reencuentro con su madre fue muy emotivo. No paró de llorar y abrazarlo. Hoy ha recuperado a esa familia que un día dejó atrás.

En una visita que realicé a Marruecos en 2010, su madre me contó que no entendía por qué su hijo se había ido. Ella se sentía triste y apenada, aunque saber que su hijo se encontraba cuidado y atendido le reconfortaba.

En la actualidad, nuestro amigo mantiene contacto con su familia. Va de visita con frecuencia, pero sí es verdad que cuando le preguntas, él dice que se siente de aquí, gaditano, que sus costumbres son nuestras costumbres. Es un chico totalmente desarraigado, algo natural ya que lleva en España casi el mismo tiempo que vivió en Marruecos antes de su migración.

Dice sentirse orgulloso en trabajar en SAMU y que, a pesar de que se le ofreció trabajar en otros centros, prefirió El Bosque  porque ésta fue su casa un día no tan lejano.

Felicidades Mohammed. Me siento orgullosa de ti.