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Francisco José Soler, nutricionista SAMU Wellness

Francisco José Soler, nutricionista de SAMU Wellness: “No tenemos consciencia de lo grave que puede ser la obesidad”

Francisco José Soler, nutricionista de SAMU Wellness, es especialista en obesidad y sobrepeso y trastornos de la conducta alimenticia. Nos atiende para explicarnos la relación entre la alimentación y la salud mental, así como la incidencia cada vez mayor de la obesidad y los trastornos de la conducta alimenticia entre chicos y chicas muy jóvenes.

—¿Cuál es la relación entre nutrición y salud mental?
—No existe una relación exacta, aunque a veces se relaciona la salud mental con problemas alimentarios. El caso más concreto es cuando hay un trastorno de la conducta alimentaria. La salud mental está relacionada con la alimentación porque muchas veces los trastornos mentales tienen como consecuencia el comportamiento alimentario.

—¿Una población mejor alimentada es una población con mejor salud mental?
—No tiene por qué. La alimentación forma parte de la vida de las personas, y la sociedad nos marca cada vez más unas pautas que nos alejan de una alimentación correcta y hay más transgresiones alimentarias que van en contra de una mejor salud mental. No hay relación entre salud mental y alimentación, pero cuando nos alimentamos mejor esto influye en la salud general, y lógicamente en la salud mental. El cerebro se tiene que nutrir igual que cualquier órgano. Al final, la salud mental relacionada con la alimentación está más encuadrada con alguna enfermedad psiquiátrica.
Hay nutrientes y elementos, como la vitamina B12, cuya influencia en la salud mental sí está cada vez más clara.
La vitamina B12 es uno de los elementos que hasta ahora no se ha tenido mucho en cuenta, no se le ha dado la importancia que puede tener en un paciente. Se han hecho muchos estudios con veganos y se ha visto una carencia excesiva de B12 cuando no se suplementa la alimentación. Se está encontrando evidencia científica aplastante de la relación entre ciertas enfermedades psiquiátricas con carencia de vitamina B12. Muchas enfermedades de la vejez, como la demencia senil, tienen que ver con falta de B12, por problemas en la absorción de los nutrientes. Son personas que suelen estar peor nutridas y eso puede desembocar en una demencia. En cuanto a enfermedades psiquiátricas, se pueden desarrollar psicosis y alterar muchos neurotransmisores que desembocan en trastornos bipolares o maníacos y en depresiones. Es muy importante. Por eso siempre insisto con pacientes veganos en la importancia que tiene para su desarrollo mental.

—¿Qué otros nutrientes o elementos son importantes para la salud mental?
—No hay estudios concluyentes, pero todo lo que puede alterar la función celular influye en las neuronas, que son las células del cerebro. Esto se traduce en cambios químicos en los neurotransmisores, que cuando se desequilibran tienen como consecuencia la enfermedad mental.

—¿Qué papel juegan los folatos (vitamina B9)?
—No está totalmente demostrado, pero cuando la cantidad de ácido fólico en las células baja mucho (el ácido fólico influye en la actividad sanguíneo) esto puede tener consecuencias neuronales. No hay relación directa, pero un déficit puede influir negativamente en la función neuronal.

—¿Hay relación entre alimentación y depresión?
—Sí. Hay una relación desde el momento en que tu cuerpo no está recibiendo los nutrientes adecuados, y las células neuronales manifiestan ese déficit en un mal funcionamiento. Para tener nuestros neurotransmisores bien regulados necesitamos estar bien alimentados, porque así funciona mucho mejor el cerebro. Una alimentación adecuada incide en el equilibrio neuronal. No obstante, una enfermedad depresiva tiene unos componentes sociales muy acusados. De modo que no cura la enfermedad, pero sí puede ayudar a la curación.

—¿Qué tipo de pacientes suele atender en su consulta?
—En mi práctica habitual tengo dos especialidades, sobrepeso y trastornos de la conducta alimenticia (TAC). La mayor parte, el 90%, es sobrepeso y obesidad, que tiene unos efectos que inciden mucho en la salud mental. Cuando una persona con autoestima baja o depresión empieza a bajar de peso y adquirir hábitos correctos, se ve cómo evoluciona positivamente a un estado anímico más positivo.

—¿Qué trastornos alimenticios encuentra en la práctica diaria?
—Son enfermedades psiquiátricas, y aquí veo anorexias, bulimias… Vigorexias y ortorexias menos veces, pero también me las encuentro. Están muy relacionadas con las formas de vida actuales. Internet y las redes sociales influyen mucho, sobre todo en los más jóvenes, para desarrollar estas enfermedades. Para muchos jóvenes, pertenecer a un grupo es una forma de estar en la sociedad. Pero también son trastornos. Una vigorexia es un trastorno. La ortorexia, igual. La persona se llega a obsesionar con la higiene de un alimento y su manipulación, y la consecuencia es que dejan de relacionarse, se aíslan y acaban con problemas psiquiátricos.

—¿Hay un aumento de la obesidad?
—Sí, todos los estudios detectan mayor número de personas con sobrepeso y obesidad. Es alarmante. Se convierte ya en una pandemia. No tenemos la concepción de enfermedad, como se tiene de otras, pero es una enfermedad que puede ser muy grave. Al final conlleva problemas cardiovasculares, diabetes… que producen un deterioro grave de la salud. Y a veces parece que está aceptado por la sociedad como algo normal. Debe preocuparnos y mucho.

—¿Afronta ese problema en su consulta?
—Sí, pero cuando vienen ya lo hacen con la idea de que ya quieren cuidarse, que lo que están haciendo no les está llevando por el buen camino. Lo malo es que vienen cuando han recibido ciertas noticias, un análisis de rutina o el descubrimiento o agravamiento de una enfermedad. Entonces quieren cuidarse. A veces vienen en un estado de patología bastante agravada por los años de sobrepeso u obesidad, y llegan asustados. Es cuando verdaderamente se ponen manos a la obra. Si no llega a producirse la noticia no lo perciben como enfermedad. Por eso, mi papel es no sólo plantear unos hábitos de alimentación, sino hacer ver la importancia de una alimentación correcta, y de un peso adecuado a la edad y actividad.

—¿Y los niños?
—En los niños cada vez hay más casos de obesidad. La prevalencia es mayor. Me vienen padres con niños con sobrepeso, que son carne de cañón para desarrollar enfermedades cardiovasculares. Cuando empieza a desarrollarse en la pubertad puede desembocar en una enfermedad mental más grave por verse con sobrepeso y no pertenecer al grupo de otros niños de su edad mejor vistos estéticamente. El responsable normalmente es el ambiente familiar. Ahora nos preocupamos de que en el colegio se dé la alimentación más equilibrada posible, pero si cuando llega a casa los hábitos no son saludables, al final sirve de muy poquito. La industria alimentaria es muy perversa. Cada vez se come peor, alimentos precocinados y poco saludables, con tal de vender. La legislación va por detrás de la industria, que nos vende productos poco saludables. La obesidad infantil tiene cada vez más incidencia, con graves trastornos orgánicos y con respecto a la estética, que puede desarrollar patologías mentales que pueden desembocar también en anorexia o bulimia.

—En esa relación entre el trastorno de la alimentación y conducta, ¿qué ocurre antes? ¿Hay relación de causa-efecto?
—Insisto en el papel fundamental de la psiquiatría y psicología porque son problemas de principio psiquiátricos, cuya semilla suelen ser problemas familiares desde edades muy tempranas. Personas que viven en ciertos ambientes familiares empiezan a desarrollar patologías psiquiátricas, que pasado el tiempo desembocan en una mala relación con la alimentación. La consecuencia es una conducta alimentaria anómala. Pero vienen de raíz familiar. Por ejemplo, los casos de anorexia pueden venir de madres muy controladoras y manipuladoras sobre sus hijos, sobre todo chicas. Cuando empiezan a desarrollarse son niñas con autoestima muy baja, que no controlan prácticamente nada, y una de las cosas que controlan es la alimentación de una forma anormal.

—¿Cómo se coordina con los psiquiatras?
—Mi papel es secundario respecto a la práctica psiquiátrica. Cuando SAMU Wellness me ofreció formar parte de su equipo vi el cielo abierto porque es una práctica que no puedo hacer en mi consulta. Necesito un equipo de psiquiatras en los que me voy a apoyar. Mi papel es el de dotar al paciente de las herramientas para que cambie sus hábitos alimentarios. El psiquiatra o psicólogo no ahonda sobre esos hábitos, sino sobre lo que le está produciendo la enfermedad psiquiátrica, y mi papel es reeducar al paciente. Por ejemplo, en la bulimia reeducar al paciente que ha perdido los hábitos correctos o no los sabe ver. Reeducar y pautarle dietas que vayan en consonancia a la recuperación.

—¿En qué momento debe empezar a preocupar una determinada alteración de las pautas de alimentación?
—Normalmente cuando se observa que la relación con la comida empieza a modificarse empezamos a sospechar. Cuando la persona se aísla, debemos sospechar muchísimo más. Si no quiere relacionarse con otras personas, y la comida forma parte de un tabú, no quiere hablar de comida o compartirla con nadie, empezamos a sospechar que la conducta de alimentación se está viendo trastocada.

—¿Qué debemos hacer?
—Tengo padres que han venido con ese problema, y yo siempre aconsejo derivarlo a los médicos, para que estos lo deriven en su casa a una unidad de salud mental. Un especialista en psiquiatría que evalúe y valore esa pauta de actuación. Yo soy experto en estas terapias, pero mi papel es puramente alimentario. Aunque pueda detectar el problema, mi función es derivarlo al médico con un informe para que tome cartas en el asunto y vaya a la unidad de salud mental si es necesario.

vitamina B12 y salud mental

La vitamina B12 y su relación con la salud mental

El farmacéutico y nutricionista Francisco José Soler, de la clínica de salud mental SAMU Wellness, profundiza en este artículo sobre la relación entre el déficit de la vitamina B12 y las enfermedades psiquiatras:

El déficit de vitamina B12 en el ser humano es relativamente frecuente. La prevalencia mundial del déficit es variable, se estima que entre el 3% y el 40% de la población adulta lo presenta, de una forma más o menos marcada.

Las principales causas de esta deficiencia se pueden dividir en tres grupos: bajo aporte por la dieta, mala digestión y mala absorción de la vitamina.

Estas causas son de diversos tipos. Por un lado están las que tienen que ver con la mala absorción, como es el caso de las gastritis crónicas y atróficas, que se produce en el 40% de las personas de edad avanzada. La enfermedad de Crohn, el alcoholismo crónico, la celiaquía y la pancreatitis crónica son determinantes también en el patrón de absorción de esta vitamina, además de personas sometidas a intervenciones quirúrgicas como una gastrectomía o un acortamiento del íleon.  Otra causa es por interacción de medicamentos tales como la metformina, omeprazol y antiácidos, entre otros. Un origen de tipo inmunológico se produce en la anemia perniciosa.

Desde el punto de vista dietético, las personas que tienen un mayor riesgo de sufrir una carencia son las que llevan una alimentación vegetariana, siendo especialmente relevante el caso de las dietas veganas, que carecen totalmente de un aporte de alimentos de origen animal.

Qué es la vitamina B12

Pero, ¿qué es la vitamina B12? De forma muy simplificada, podemos decir que la vitamina B12, también llamada cobalamina, es una vitamina hidrosoluble, producida por ciertas bacterias, que se incorpora al organismo a través de los alimentos, que se absorbe en el intestino en una parte del íleon y que, para ello, depende o necesita la actuación de otra molécula llamada factor intrínseco. El organismo humano no es capaz de sintetizarla y debe obtenerla de la dieta, principalmente de alimentos de origen animal (carne, leche y derivados, huevos, pescado). Sea cual sea el patrón alimentario que llevemos, si aseguramos su aporte no hay un mayor riesgo de incurrir en una deficiencia. Claro está, siempre que se haga una adecuada planificación dietética.

Las manifestaciones clínicas de la deficiencia de vitamina B12 pueden ser muy sutiles e incluso pasar inadvertidas. Básicamente se dividen en síntomas anémicos, alteraciones digestivas y neurológicas.

Las manifestaciones neurológicas son las que más deben preocupar por su gravedad y por la posibilidad de llegar a ser irreversibles. Su deficiencia puede causar no sólo la disfunción cerebral, sino también daño estructural, causando síntomas neuropsiquiátricos a través de múltiples vías. Conlleva una deficiente síntesis de mielina y, por lo tanto, síntomas de desmielinización a distintos niveles, llegando a producir la muerte de la neurona. Con más frecuencia afectan la médula espinal, los nervios periféricos y, en estadios avanzados, el cerebro. Los síntomas más tempranos son parestesias, debilidad, ataxia y mala coordinación manual. Otros signos son irritabilidad, olvidos, demencia y psicosis franca.

Alteraciones psiquiátricas

Y, ¿sabemos cuáles son las alteraciones psiquiátricas que producen un déficit de vitamina B12? Por supuesto. Las enfermedades psiquiátricas más estudiadas que se relacionan con una carencia de vitamina B12 son la depresión, la psicosis y síntomas maniaco-depresivos.

En el caso de la depresión, la vitamina B12 y el folato se relacionan con la síntesis de neurotransmisores monoaminas, tales como la dopamina y la serotonina. Diferentes expertos han sugerido que el déficit de esta vitamina puede ser un factor de riesgo para la depresión en pacientes mayores de 65 años. Estudios en pacientes ancianos muestran que tener niveles en sangre de vitamina B12 inferiores a 180 pg/mL aumenta entre 2 y 2,5 veces el riesgo de depresión.

En cuanto a la psicosis, la asociación de los síntomas psicóticos y la deficiencia de cobalamina se vienen describiendo desde hace más de un siglo. Los síntomas que se describen son suspicacia, ideas delirantes de persecución, alucinaciones auditivas, pensamiento incoherente y desorganizado.

La asociación causal se ha sugerido desde principios de 1980, cuando se documentaron alteraciones del EEG (electroencefalograma) en los pacientes con anemia perniciosa. Ambas alteraciones del EEG y síntomas psicóticos asociados con su deficiencia han mostrado una respuesta al tratamiento con dicha vitamina, fortaleciendo esta asociación, aunque el mecanismo exacto por el cual la deficiencia de vitamina B12 conduce a la psicosis sigue siendo desconocida.

En lo que concierne a los síntomas maníacos, la causa podría estar relacionada con el deterioro de la vaina de mielina dada la conocida asociación entre las lesiones de esta sustancia blanca con el trastorno bipolar. Se considera que, con alta probabilidad, que los síntomas maníacos estén asociados con el déficit de vitamina B12, aunque no existen datos totalmente concluyentes al respecto.

A modo de conclusión, debo destacar que a pesar de la creciente literatura disponible sobre la correlación entre el déficit de esta vitamina y los síntomas neuropsiquiátricos, aún existen muchas dudas sobre los grupos poblacionales de riesgo que se deben cribar, el tipo de examen que se debe realizar, la forma de hacer el tratamiento y la utilidad real de dicho tratamiento.

Tratamiento de adicciones en la clínica de salud mental en Sevilla SAMU Wellness

La compleja relación entre las drogas y los trastornos mentales

Los datos estadísticos demuestran la alta tolerancia al consumo de sustancias psicoactivas, especialmente entre los jóvenes. Preguntamos a una experta de la clínica de salud mental de Sevilla SAMU Wellness qué vinculación tienen las drogas más comunes con la aparición de cuadros psicóticos o trastornos afectivos. 

 

Con demasiada frecuencia, los jóvenes consumidores desconocen los efectos que las drogas pueden tener sobre su salud mental. Los datos son claros: España es de los países europeos donde más se consume. Las drogas con mayor prevalencia de consumo son el alcohol (77,6%), el tabaco (40,2%) y los hipnosedantes (12,0%), seguidos del cannabis (9,5%) y la cocaína (2,0%), según el Informe del Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones, elaborado con datos de 2015.

El alcohol sigue siendo la sustancia psicoactiva más consumida. Con los datos de 2015, el 62,1% lo había consumido en los últimos 30 días y el 9,3% diariamente en los últimos 30 días. La prevalencia de consumo de alcohol mantiene una tendencia estable y en niveles altos desde la década de los noventa. Otro dato: el 16,8% de los españoles de 15 a 64 años se emborracharon en 2015.

La ingesta abusiva de alcohol es más frecuentes entre los hombres de 15 a 34 años, el grupo de edad con mayor prevalencia de consumo de la mayoría de las drogas. Los hombres consumen más que las mujeres, y esa diferencia se acentúa en el caso de la cocaína, donde la proporción de hombres triplica a la de las mujeres, y en el del cannabis, que registra una diferencia de casi 8 puntos porcentuales. El inicio más precoz se produce con el tabaco y las bebidas alcohólicas (17 años), seguido del cannabis (18 años). Así, el 17,1% de los jóvenes de entre 15 y 34 años admite haber consumido cannabis en el último año.

Efecto de las drogas sobre la salud mental

¿Hay desconocimiento de los efectos del consumo sobre la salud mental? Según la doctora Irene Pérez Zapico, psiquiatra de la clínica de salud mental SAMU Wellness, en Sevilla, la respuesta es sí. “Falta conciencia de los efectos en los adolescentes” explica, refiriéndose al consumo de cannabis, y antes de matizar que ese desconocimiento está condicionado frecuentemente por el nivel socioeconómico y cultural. Pérez habla desde la experiencia, puesto que percibe en sus consultas un consumo “extenso y normalizado” de cannabis entre los jóvenes y advierte que ese consumo interfiere con frecuencia con trastornos mentales.

“Todas las drogas pueden tener algún efecto sobre la salud mental”, advierte la psiquiatra, que concreta, pueden desencadenar un trastorno mental o agravar un trastorno preexistente. Con frecuencia, están asociadas a trastornos afectivos (depresión, ansiedad…) y, en casos más graves, a trastornos psicóticos. Sin embargo, los efectos son variables según cada droga. Le hemos preguntado por las tres más frecuentes en España:

  • Alcohol: Éste tiene unos riesgos orgánicos por todos conocidos. Suele usarse como vía de escape y tiene un efecto directo de desinhibición. Sin embargo, el efecto posterior es depresivo. “Si hay un cuadro depresivo de base y se tiende al consumo del alcohol para desconectar, lo que hacemos es agravarlo”. Si no existe ese cuadro previo, puede desencadenarlo.
  • Cannabis: “Muchos estudios muestran la relación entre trastornos mentales psicóticos con el consumo de cannabis”, comenta la psiquiatra. Este artículo (pincha aquí) compila gran parte de esos estudios. La investigación Relación entre consumo de drogas y predisposición a tener desórdenes del espectro esquizofrénico, de los profesores de la Universidad de Almería García Montes, Zaldívar Basurto, Moreno Montoya y Flores Cubos, concluye que “las personas que muestran un perfil de consumo de riesgo al  alcohol y al cannabis también presentan niveles (puntuaciones) mayores de esquizotipia” (el conjunto de características de la personalidad relacionadas con la esquizofrenia). Otro estudio concluye que la presencia de un determinado genotipo (ATK1) influye en el riesgo psicótico asociado al cannabis. Todos estos estudios corroboran la experiencia práctica de la doctora Pérez: “La mayoría de pacientes jóvenes que ingresan por trastornos psicóticos tiene un consumo de cannabis asociado”.

Sin embargo, la relación entre el consumo de cannabis y los trastornos psicóticos (particularmente, la esquizofrenia) ha sido objeto de un largo e inacabado debate. El matiz es: ¿El consumo desencadena el trastorno o lo que ocurre es que muchas personas psicóticas acuden al efecto ansiolítico del cannabis? “La causa-efecto no está demostrada”, comenta la experta de la clínica de salud mental de Sevilla SAMU Wellness. El consumo puede ser un también un desencadenante de que a largo plazo, un primer episodio psicótico evolucione hacia una esquizofrenia. No obstante, hay excepciones. “Es raro, pero hay personas muy susceptibles a los tóxicos que pueden presentar un episodio agudo o síntomas aislados, y que cuando se para el consumo desaparece”.

  • Cocaína: es un excitante que genera una adicción muy rápida. Incidir sobre el consumo y mantener la abstinencia es complicado, comenta la psiquiatra. “Por eso se relaciona a problemas de ansiedad y a cuadros depresivos“. También puede tener relación con patologías psicóticas.

Además del tipo de droga, la forma y regularidad del consumo influye en la afectación a la salud mental. “Si hablamos de cocaína, no es lo mismo un consumo de fin de semana asociado a alcohol y fiestas, que un consumo diario o habitual en una persona que lo usa como método de evasión y lo consume incluso en soledad”, explica la experta. En el caso del consumo de fin de semana hay que tener en cuenta la predisposición genética o biológica de desencadenar un trastorno mental. No obstante, Irene Pérez advierte: el consumo esporádico no elimina el riesgo de dependencia o de sufrir el síndrome de abstinencia y es, obviamente, la vía de entrada a un consumo regular y a la adicción.

¿Cómo funcionan las drogas en nuestro cerebro?

El sistema de recompensa, muy útil para nuestras funciones vitales, se basa en la segregación de una hormona, la dopamina. Las adicciones introducen una distorsión en ese sistema. La experta explica que hay personas “con tendencia a buscar la inmediatez de la satisfacción”. Pues bien, cuando existe una adicción el sistema de recompensa satisface de manera continua a la persona, que se siente bien y requiere más dopamina para mantener ese bienestar.

El problema es que la mayoría de las drogas actúan sobre áreas cerebrales alteradas en trastornos mentales. ¿Hay relación de causalidad? “En la práctica y es complicado establecer cuál es la causa de qué, sobre todo con un cuadro agudo”, comenta la especialista, que añade que la información que aporta la familia es clave. Para los pacientes puede ser difícil reconocer una adicción y un trastorno mental.

No hay que olvidar que el DSM-V (el último manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, validado por la OMS) recoge la propia intoxicación por sustancias y la abstinencia como un trastorno en sí mismo: un síndrome caracterizado por una alteración clínicamente significativa del estado cognitivo, la regulación emocional o el comportamiento de un individuo, que refleja una disfunción de los procesos psicológicos, biológicos o del desarrollo que subyacen en su función mental.

Tratamientos en la clínica de salud mental SAMU Wellness

Una vez diagnosticado el cuadro, ¿qué hacer? Aparte de los fármacos que generan un efecto adverso en caso de consumo, hay otros que inciden sobre el sistema de recompensa y pueden reducir el deseo. Pero además de los fármacos para el tratamiento de la adicción física, hay terapias individuales o grupales para abordar la dependencia psicológica.

En la clínica de salud mental SAMU Wellness el tratamiento se adapta a cada situación concreta y a la historia personal y familiar del paciente, individualizando las intervenciones. Si el episodio psicótico muestra un paciente fuera de la realidad se procederá al ingreso, siempre teniendo en cuenta el apoyo familiar. Una vez que se trata el episodio agudo y el tratamiento farmacológico permite una mejora, Irene Pérez comenta que “lo ideal es hacer algún tipo de psicoterapia” para mitigar y acabar con la dependencia psicológica.

SAMU Wellness dispone de un programa de hospital de día, muy útil para personas dependientes porque permite estructurar horarios, llevar la dinámica del día a día y alejarlas de contextos que pueden incitar al consumo. Hay una programación diaria de actividades, basada en talleres de terapias grupales, que cumplir con el objetivo de la clínica: funcionar como comunidad terapéutica.

Mindfulness Sevilla clínica de salud mental SAMU Wellness

Mindfulness a fondo: qué es y para qué sirve

De un tiempo a esta parte, la práctica del mindfulness está de moda. Copa titulares, aparece en la oferta formativa de decenas de centros y universidades y se recomienda para solucionar los problemas más variados. Algo tendrá el mindfulness cuando su aplicación a los males modernos como el estrés, la ansiedad y la depresión crece cada día. Pero, ¿sabemos qué es? ¿Cuándo se aplica? ¿Para qué sirve? Hablamos con dos expertos en mindfulness, responsables del curso MBSR de la clínica de salud mental de Sevilla SAMU Wellness -cuya segunda edición arranca el 25 de abril– e intentamos dar respuesta a estas y otras preguntas.

¿Qué es mindfulness?

Mindfulnesses, traducido literalmente del inglés, “atención plena”. En las sociedades modernas, nuestra atención salta de un punto a otro. Daniel Kahneman, psicólogo y Premio Nobel de Economía, cree que pasamos por unos 20.000 “presentes psicólogicos” cada día, lo que significa que abrimos una “ventana nueva” cada tres segundos. Esta acumulación de estímulos limita nuestra capacidad y puede llegar a saturarnos.

El mindfulness trata de despejar el ruido ambiental y emocional al que estamos sometidos. “Mindfulness nos entrena para centrarnos en la tarea, a través de una defusión cognitiva, nos ayuda a ser espectadores de nuestros pensamientos, tomar cierta conciencia de qué nos está pasando, qué sentimientos nos están viniendo y a dejarlos estar con nosotros “, explica la experta en salud mental Dulce Nombre Franco.

Ella es psicóloga y terapeuta en la clínica de salud mental en Sevilla SAMU Wellness. Además, es experta en mindfulness en práctica clínica y responsable del curso SAMU Wellness de MBSR, y nos explica que se trata de una terapia de tercera generación: si la primera generación se centraba en erradicar los síntomas de forma conductista, la segunda introdujo un enfoque cognitivo enfocado hacia los pensamientos, la tercera incorpora las interacciones de la persona con su contexto teniendo en cuenta su historia y circunstancias actuales.

¿Cuál es el origen del mindfulness?

La práctica viene de la meditación en la cultura oriental, aplicada en Occidente desde 1979 por Jon KabatZinn, profesor de Medicina en la Universidad de Massachussets. Según Kabat-Zinn, “El mindfulness no es un catecismo, una ideología, un sistema de creencias, una técnica o conjunto de técnicas, una religión o una filosofía. Como mejor podemos describirlo es como “una forma de ser y estar””.

Desde hace unos quince años, hay un movimiento para incorporar estas prácticas de meditación en las sociedades occidentales. Por ejemplo, un grupo constituido en el Parlamento británico trabajó durante más de un año en un programa para incorporar el mindfulness a las instituciones y servicios públicos en el Reino Unido. El resultado de ese trabajo es el informe MindfulNation UK, publicado en octubre de 2015.

Por razones obvias, el principal campo al que se está incorporando es la Psicología. La experta Dulce Nombre Franco destaca que el “mindfulness sirve como faro que nos alumbra algunas carencias, dificultades personales”. Por eso, en la práctica occidental de la escuela europea se despoja al mindfulness de los elementos religiosos que pudieran tener en la cultura oriental, para mantener la herramienta básica: la meditación.

¿Qué es el protocolo MBSR?

Dulce Nombre Franco es responsable del curso de mindfulness SAMU Wellness que arranca el 25 de abril, y especifica que este sigue el protocolo MBSR. Por sus siglas en inglés, “reducción del estrés basado en el mindfulness“. ¿Qué significa esto? Los instructores deben tener unas “horas de vuelo”, es decir deben practicar mindfulness antes de poder impartir una práctica. Además, el protocolo incorpora unas pautas comunes, como explica Juanma Conde, instructor del curso: “En todo el mundo se sigue el mismo protocolo, los mismos pasos, se imparte la misma materia y se realizan las mismas prácticas”. Conde pertenece a la escuela europea de mindfulness, la más extendida.

“Quien viene nota que algo está pasando en su vida, que no termina de encajar bien y necesita una atención. Quizá no lo relaciona con una patología o trastorno mental grave, pero ve que sus mecanismos de defensa no valen para reorganizar su circunstancia actual”. Es un inicio de transformación personal y conocimiento de sí mismo, comenta Dulce Nombre. Para realizar un curso de mindfulness no es necesario tener un diagnóstico clínico que aconseje un tratamiento psicológico sino, simplemente, “sentir una necesidad emocional, por una situación de estrés o vital, de reflexionar con respecto a su situación”.

¿Qué beneficios produce?

Como explica Dulce, con la práctica de mindfulnessse se pretende desarrollar una “mente de testigo”, “tener una conciencia de que este momento está pasando y relacionarme con él de otra manera”, sin juzgar. Juanma Conde enumera tres aspectos en los que una persona que realiza el curso puede notar mejoras:

  1. Produce bienestar mejorando la salud física y psicológica: el programa del curso de la clínica de salud mental en Sevilla SAMU Wellness está centrado en el desarrollo de la atención, pues uno de los elementos que más estrés nos genera es cambiar la atención de una cosa a otra continuamente. Ser capaces de controlar este impulso mejora el bienestar. Además, puede ayudar a mejorar la salud física y psicológica. Conde explica que con el mindfulness “dejamos de automatizar respuestas inadecuadas formuladas desde el estrés”. Al bajar el estrés, mejora la salud física y la psicológica.

En este sentido, hay que tener en cuenta que muchas personas tienden a la “rumiación”, a dar vueltas a las cosas generando miedo, rabia o inquietud. “El curso posibilita que las personas se dediquen un tiempo y tomen conciencia de qué les va bien y qué va mal. Como se toma conciencia de lo que ocurre, se generan hábitos más productivos, saludables y sostenibles”, explica Conde.

  1. Se desarrollan las capacidades como la gestión de las emociones, la comunicación y la toma de decisiones. “Mejora la capacidad para manejar la incertidumbre, ganar foco para tomar decisiones y no dejarse llevar por lo emocional”, asegura el instructor.
  2. Puede contribuir a mejorar las relaciones personales. Al reducir los niveles de estrés se facilita la conexión con el otro y con lo que ocurre alrededor. En palabras de Conde: “Hay un elemento importante, que es no juzgar, sino estar atento a la experiencia. Esto permite escuchar más la experiencia de los otros, lo que permite empatizar y generar confianza”.

Algunos expertos creen que, dada su reciente introducción en Occidente, faltan aún estudios que corroboren con certeza absoluta los efectos de la meditación. Hay, además, una dificultad metodológica para alcanzar una demostración empírica, como explica en este artículo de El País el neurólogo Daniel Martín Fernández-Mayoralas.

Sin embargo, ya han aparecido trabajos que muestran la correlación entre la práctica de mindfulness integrada con terapias cognitivo-conductuales y la reducción de las recaídas en la depresión. Es el caso de este estudio publicado en el Journal of Consulting and ClinicalPsycology (pincha aquí). Este otro estudio de revisión de 47 ensayos de meditación, con 3.515 participantes en total, mostraba que el mindfulness podía producir mejoras moderadas en la ansiedad, el estrés y la depresión. Este meta-análisis muestra “efectos clínicamente significativos” sobre la ansiedad y la depresión.

Como recuerda en un artículo el propio Kabat-Zinn, la OMS señala que las enfermedades mentales serán las más comunes en los países desarrollados en 2030. Para avanzar en el desarrollo de herramientas como el mindfulness se necesita complementar su gran popularidad con un soporte científico suficiente, que permita separar las buenas prácticas y los programas basados en la investigación de calidad de lo que él denomina McMindfulness.

El curso mindfulness en SAMU Wellness

Hay un elemento que distingue el curso de la clínica de salud mental de Sevilla SAMU Wellness de otros. Junto al instructor, en SAMU Wellness siempre habrá un experto en práctica clínica presente. Es decir, un psicólogo o terapeuta. Como explica Dulce Nombre Franco, se trata de “sostener las emociones que se generan durante el curso”. En ocasiones mindfulness puede ser una llamada al emergente inconsciente, para lo cual es necesario ser terapeuta habilitado. “De esta forma, cuando aparece una dificultad, un movimiento de determinadas emociones, se atenderá desde una práctica profesional”, añade.

El programa consta de ocho sesiones de dos horas y media y una sesión de práctica intensiva en silencio de ocho horas, con grupos de unos veinte alumnos. “Los alumnos aprenden a ver cómo se forman sus emociones, y entrenan los funcionamientos más saludables”, comenta Conde. Se trata, al fin y al cabo, de posibilitar que las personas se dediquen un tiempo y tomen conciencia de sus dificultades personales y experiencias vitales que le llegan a esta situación actual. De ese modo, dispondrán de mejores herramientas para reducir el estrés y la ansiedad.

La primera edición se celebró el pasado 31 de enero. Dado su éxito y buena acogida, la clínica de salud mental SAMU Wellness acogerá una segunda edición a partir del 25 de abril. El plazo de inscripción para este nuevo curso ya está abierto.