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Francisco José Soler, nutricionista SAMU Wellness

Francisco José Soler, nutricionista de SAMU Wellness: “No tenemos consciencia de lo grave que puede ser la obesidad”

Francisco José Soler, nutricionista de SAMU Wellness, es especialista en obesidad y sobrepeso y trastornos de la conducta alimenticia. Nos atiende para explicarnos la relación entre la alimentación y la salud mental, así como la incidencia cada vez mayor de la obesidad y los trastornos de la conducta alimenticia entre chicos y chicas muy jóvenes.

—¿Cuál es la relación entre nutrición y salud mental?
—No existe una relación exacta, aunque a veces se relaciona la salud mental con problemas alimentarios. El caso más concreto es cuando hay un trastorno de la conducta alimentaria. La salud mental está relacionada con la alimentación porque muchas veces los trastornos mentales tienen como consecuencia el comportamiento alimentario.

—¿Una población mejor alimentada es una población con mejor salud mental?
—No tiene por qué. La alimentación forma parte de la vida de las personas, y la sociedad nos marca cada vez más unas pautas que nos alejan de una alimentación correcta y hay más transgresiones alimentarias que van en contra de una mejor salud mental. No hay relación entre salud mental y alimentación, pero cuando nos alimentamos mejor esto influye en la salud general, y lógicamente en la salud mental. El cerebro se tiene que nutrir igual que cualquier órgano. Al final, la salud mental relacionada con la alimentación está más encuadrada con alguna enfermedad psiquiátrica.
Hay nutrientes y elementos, como la vitamina B12, cuya influencia en la salud mental sí está cada vez más clara.
La vitamina B12 es uno de los elementos que hasta ahora no se ha tenido mucho en cuenta, no se le ha dado la importancia que puede tener en un paciente. Se han hecho muchos estudios con veganos y se ha visto una carencia excesiva de B12 cuando no se suplementa la alimentación. Se está encontrando evidencia científica aplastante de la relación entre ciertas enfermedades psiquiátricas con carencia de vitamina B12. Muchas enfermedades de la vejez, como la demencia senil, tienen que ver con falta de B12, por problemas en la absorción de los nutrientes. Son personas que suelen estar peor nutridas y eso puede desembocar en una demencia. En cuanto a enfermedades psiquiátricas, se pueden desarrollar psicosis y alterar muchos neurotransmisores que desembocan en trastornos bipolares o maníacos y en depresiones. Es muy importante. Por eso siempre insisto con pacientes veganos en la importancia que tiene para su desarrollo mental.

—¿Qué otros nutrientes o elementos son importantes para la salud mental?
—No hay estudios concluyentes, pero todo lo que puede alterar la función celular influye en las neuronas, que son las células del cerebro. Esto se traduce en cambios químicos en los neurotransmisores, que cuando se desequilibran tienen como consecuencia la enfermedad mental.

—¿Qué papel juegan los folatos (vitamina B9)?
—No está totalmente demostrado, pero cuando la cantidad de ácido fólico en las células baja mucho (el ácido fólico influye en la actividad sanguíneo) esto puede tener consecuencias neuronales. No hay relación directa, pero un déficit puede influir negativamente en la función neuronal.

—¿Hay relación entre alimentación y depresión?
—Sí. Hay una relación desde el momento en que tu cuerpo no está recibiendo los nutrientes adecuados, y las células neuronales manifiestan ese déficit en un mal funcionamiento. Para tener nuestros neurotransmisores bien regulados necesitamos estar bien alimentados, porque así funciona mucho mejor el cerebro. Una alimentación adecuada incide en el equilibrio neuronal. No obstante, una enfermedad depresiva tiene unos componentes sociales muy acusados. De modo que no cura la enfermedad, pero sí puede ayudar a la curación.

—¿Qué tipo de pacientes suele atender en su consulta?
—En mi práctica habitual tengo dos especialidades, sobrepeso y trastornos de la conducta alimenticia (TAC). La mayor parte, el 90%, es sobrepeso y obesidad, que tiene unos efectos que inciden mucho en la salud mental. Cuando una persona con autoestima baja o depresión empieza a bajar de peso y adquirir hábitos correctos, se ve cómo evoluciona positivamente a un estado anímico más positivo.

—¿Qué trastornos alimenticios encuentra en la práctica diaria?
—Son enfermedades psiquiátricas, y aquí veo anorexias, bulimias… Vigorexias y ortorexias menos veces, pero también me las encuentro. Están muy relacionadas con las formas de vida actuales. Internet y las redes sociales influyen mucho, sobre todo en los más jóvenes, para desarrollar estas enfermedades. Para muchos jóvenes, pertenecer a un grupo es una forma de estar en la sociedad. Pero también son trastornos. Una vigorexia es un trastorno. La ortorexia, igual. La persona se llega a obsesionar con la higiene de un alimento y su manipulación, y la consecuencia es que dejan de relacionarse, se aíslan y acaban con problemas psiquiátricos.

—¿Hay un aumento de la obesidad?
—Sí, todos los estudios detectan mayor número de personas con sobrepeso y obesidad. Es alarmante. Se convierte ya en una pandemia. No tenemos la concepción de enfermedad, como se tiene de otras, pero es una enfermedad que puede ser muy grave. Al final conlleva problemas cardiovasculares, diabetes… que producen un deterioro grave de la salud. Y a veces parece que está aceptado por la sociedad como algo normal. Debe preocuparnos y mucho.

—¿Afronta ese problema en su consulta?
—Sí, pero cuando vienen ya lo hacen con la idea de que ya quieren cuidarse, que lo que están haciendo no les está llevando por el buen camino. Lo malo es que vienen cuando han recibido ciertas noticias, un análisis de rutina o el descubrimiento o agravamiento de una enfermedad. Entonces quieren cuidarse. A veces vienen en un estado de patología bastante agravada por los años de sobrepeso u obesidad, y llegan asustados. Es cuando verdaderamente se ponen manos a la obra. Si no llega a producirse la noticia no lo perciben como enfermedad. Por eso, mi papel es no sólo plantear unos hábitos de alimentación, sino hacer ver la importancia de una alimentación correcta, y de un peso adecuado a la edad y actividad.

—¿Y los niños?
—En los niños cada vez hay más casos de obesidad. La prevalencia es mayor. Me vienen padres con niños con sobrepeso, que son carne de cañón para desarrollar enfermedades cardiovasculares. Cuando empieza a desarrollarse en la pubertad puede desembocar en una enfermedad mental más grave por verse con sobrepeso y no pertenecer al grupo de otros niños de su edad mejor vistos estéticamente. El responsable normalmente es el ambiente familiar. Ahora nos preocupamos de que en el colegio se dé la alimentación más equilibrada posible, pero si cuando llega a casa los hábitos no son saludables, al final sirve de muy poquito. La industria alimentaria es muy perversa. Cada vez se come peor, alimentos precocinados y poco saludables, con tal de vender. La legislación va por detrás de la industria, que nos vende productos poco saludables. La obesidad infantil tiene cada vez más incidencia, con graves trastornos orgánicos y con respecto a la estética, que puede desarrollar patologías mentales que pueden desembocar también en anorexia o bulimia.

—En esa relación entre el trastorno de la alimentación y conducta, ¿qué ocurre antes? ¿Hay relación de causa-efecto?
—Insisto en el papel fundamental de la psiquiatría y psicología porque son problemas de principio psiquiátricos, cuya semilla suelen ser problemas familiares desde edades muy tempranas. Personas que viven en ciertos ambientes familiares empiezan a desarrollar patologías psiquiátricas, que pasado el tiempo desembocan en una mala relación con la alimentación. La consecuencia es una conducta alimentaria anómala. Pero vienen de raíz familiar. Por ejemplo, los casos de anorexia pueden venir de madres muy controladoras y manipuladoras sobre sus hijos, sobre todo chicas. Cuando empiezan a desarrollarse son niñas con autoestima muy baja, que no controlan prácticamente nada, y una de las cosas que controlan es la alimentación de una forma anormal.

—¿Cómo se coordina con los psiquiatras?
—Mi papel es secundario respecto a la práctica psiquiátrica. Cuando SAMU Wellness me ofreció formar parte de su equipo vi el cielo abierto porque es una práctica que no puedo hacer en mi consulta. Necesito un equipo de psiquiatras en los que me voy a apoyar. Mi papel es el de dotar al paciente de las herramientas para que cambie sus hábitos alimentarios. El psiquiatra o psicólogo no ahonda sobre esos hábitos, sino sobre lo que le está produciendo la enfermedad psiquiátrica, y mi papel es reeducar al paciente. Por ejemplo, en la bulimia reeducar al paciente que ha perdido los hábitos correctos o no los sabe ver. Reeducar y pautarle dietas que vayan en consonancia a la recuperación.

—¿En qué momento debe empezar a preocupar una determinada alteración de las pautas de alimentación?
—Normalmente cuando se observa que la relación con la comida empieza a modificarse empezamos a sospechar. Cuando la persona se aísla, debemos sospechar muchísimo más. Si no quiere relacionarse con otras personas, y la comida forma parte de un tabú, no quiere hablar de comida o compartirla con nadie, empezamos a sospechar que la conducta de alimentación se está viendo trastocada.

—¿Qué debemos hacer?
—Tengo padres que han venido con ese problema, y yo siempre aconsejo derivarlo a los médicos, para que estos lo deriven en su casa a una unidad de salud mental. Un especialista en psiquiatría que evalúe y valore esa pauta de actuación. Yo soy experto en estas terapias, pero mi papel es puramente alimentario. Aunque pueda detectar el problema, mi función es derivarlo al médico con un informe para que tome cartas en el asunto y vaya a la unidad de salud mental si es necesario.

vitamina B12 y salud mental

La vitamina B12 y su relación con la salud mental

El farmacéutico y nutricionista Francisco José Soler, de la clínica de salud mental SAMU Wellness, profundiza en este artículo sobre la relación entre el déficit de la vitamina B12 y las enfermedades psiquiatras:

El déficit de vitamina B12 en el ser humano es relativamente frecuente. La prevalencia mundial del déficit es variable, se estima que entre el 3% y el 40% de la población adulta lo presenta, de una forma más o menos marcada.

Las principales causas de esta deficiencia se pueden dividir en tres grupos: bajo aporte por la dieta, mala digestión y mala absorción de la vitamina.

Estas causas son de diversos tipos. Por un lado están las que tienen que ver con la mala absorción, como es el caso de las gastritis crónicas y atróficas, que se produce en el 40% de las personas de edad avanzada. La enfermedad de Crohn, el alcoholismo crónico, la celiaquía y la pancreatitis crónica son determinantes también en el patrón de absorción de esta vitamina, además de personas sometidas a intervenciones quirúrgicas como una gastrectomía o un acortamiento del íleon.  Otra causa es por interacción de medicamentos tales como la metformina, omeprazol y antiácidos, entre otros. Un origen de tipo inmunológico se produce en la anemia perniciosa.

Desde el punto de vista dietético, las personas que tienen un mayor riesgo de sufrir una carencia son las que llevan una alimentación vegetariana, siendo especialmente relevante el caso de las dietas veganas, que carecen totalmente de un aporte de alimentos de origen animal.

Qué es la vitamina B12

Pero, ¿qué es la vitamina B12? De forma muy simplificada, podemos decir que la vitamina B12, también llamada cobalamina, es una vitamina hidrosoluble, producida por ciertas bacterias, que se incorpora al organismo a través de los alimentos, que se absorbe en el intestino en una parte del íleon y que, para ello, depende o necesita la actuación de otra molécula llamada factor intrínseco. El organismo humano no es capaz de sintetizarla y debe obtenerla de la dieta, principalmente de alimentos de origen animal (carne, leche y derivados, huevos, pescado). Sea cual sea el patrón alimentario que llevemos, si aseguramos su aporte no hay un mayor riesgo de incurrir en una deficiencia. Claro está, siempre que se haga una adecuada planificación dietética.

Las manifestaciones clínicas de la deficiencia de vitamina B12 pueden ser muy sutiles e incluso pasar inadvertidas. Básicamente se dividen en síntomas anémicos, alteraciones digestivas y neurológicas.

Las manifestaciones neurológicas son las que más deben preocupar por su gravedad y por la posibilidad de llegar a ser irreversibles. Su deficiencia puede causar no sólo la disfunción cerebral, sino también daño estructural, causando síntomas neuropsiquiátricos a través de múltiples vías. Conlleva una deficiente síntesis de mielina y, por lo tanto, síntomas de desmielinización a distintos niveles, llegando a producir la muerte de la neurona. Con más frecuencia afectan la médula espinal, los nervios periféricos y, en estadios avanzados, el cerebro. Los síntomas más tempranos son parestesias, debilidad, ataxia y mala coordinación manual. Otros signos son irritabilidad, olvidos, demencia y psicosis franca.

Alteraciones psiquiátricas

Y, ¿sabemos cuáles son las alteraciones psiquiátricas que producen un déficit de vitamina B12? Por supuesto. Las enfermedades psiquiátricas más estudiadas que se relacionan con una carencia de vitamina B12 son la depresión, la psicosis y síntomas maniaco-depresivos.

En el caso de la depresión, la vitamina B12 y el folato se relacionan con la síntesis de neurotransmisores monoaminas, tales como la dopamina y la serotonina. Diferentes expertos han sugerido que el déficit de esta vitamina puede ser un factor de riesgo para la depresión en pacientes mayores de 65 años. Estudios en pacientes ancianos muestran que tener niveles en sangre de vitamina B12 inferiores a 180 pg/mL aumenta entre 2 y 2,5 veces el riesgo de depresión.

En cuanto a la psicosis, la asociación de los síntomas psicóticos y la deficiencia de cobalamina se vienen describiendo desde hace más de un siglo. Los síntomas que se describen son suspicacia, ideas delirantes de persecución, alucinaciones auditivas, pensamiento incoherente y desorganizado.

La asociación causal se ha sugerido desde principios de 1980, cuando se documentaron alteraciones del EEG (electroencefalograma) en los pacientes con anemia perniciosa. Ambas alteraciones del EEG y síntomas psicóticos asociados con su deficiencia han mostrado una respuesta al tratamiento con dicha vitamina, fortaleciendo esta asociación, aunque el mecanismo exacto por el cual la deficiencia de vitamina B12 conduce a la psicosis sigue siendo desconocida.

En lo que concierne a los síntomas maníacos, la causa podría estar relacionada con el deterioro de la vaina de mielina dada la conocida asociación entre las lesiones de esta sustancia blanca con el trastorno bipolar. Se considera que, con alta probabilidad, que los síntomas maníacos estén asociados con el déficit de vitamina B12, aunque no existen datos totalmente concluyentes al respecto.

A modo de conclusión, debo destacar que a pesar de la creciente literatura disponible sobre la correlación entre el déficit de esta vitamina y los síntomas neuropsiquiátricos, aún existen muchas dudas sobre los grupos poblacionales de riesgo que se deben cribar, el tipo de examen que se debe realizar, la forma de hacer el tratamiento y la utilidad real de dicho tratamiento.